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PASCUA DE BELMONTE 2005

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La ya tradicional Pascua misionera en Belmonte de Miranda (Asturias) tenía este año como destinatarios a todos aquellos situados al final del proceso de maduración en la fe que sigue a la confirmación (PMFII), pertenecientes o no a algún grupo en la parroquia de Gijón, acompañados por algunos Seglares y Misioneros/as Claretianos/as. Se nos convocaba bajo una doble propuesta: por un lado, vivir la experiencia de una Pascua misionera, y por otro, como un paso más hacia un proyecto que empieza a sonar para todos nosotros: la creación de un espacio precomunitario conjunto.

Así, sin casi darnos cuenta, la Pascua comenzaba para los primeros en llegar el miércoles por la tarde, con la celebración penitencial en Belmonte. Aún sin tiempo para muchos preparativos y con la ayuda de Míchel (párroco de Belmonte), fue una buena toma de contacto con lo que nos íbamos a encontrar los días siguientes: una Pascua un poco diferente para la mayoría, una Pascua misionera, donde nos tendríamos que esforzar en ponernos al servicio de los demás, intentar que las celebraciones que habíamos preparado llegasen a la gente, y a la vez, hacer nuestra su experiencia. En este caso, el cambio de perspectiva no nos defraudaría.

La propuesta de este año también suponía para todos nosotros una invitación personal a encontrarnos con Jesús, a plantar nuestra fe sobre unas raíces sólidas, buscando en nuestra vida, en la de todos los días. Por eso, después de una pequeña oración todos juntos, también contamos con nuestro tiempo personal por las mañanas. El jueves comenzamos preguntándonos entre otras cosas ¿Por dónde me llama Jesús a seguirle? o ¿qué supone para mí ser seguidor de Jesús?. Posteriormente también contamos con un tiempo para compartir con los demás al terminar o bien por la noche.

Las tardes de jueves y viernes, las dedicamos enteramente a las celebraciones propias de la Pascua en los pueblos del concejo: Vigaña, Llamoso, San Martín de Ondes..., en los que siempre nos sorprendía la acogida de la gente, descubriendo que una misma celebración puede resultar muy distinta a las cuatro y a las seis de la tarde, dependiendo de la gente con quien se viva. Y a la vez, que puede ser tan intensa una celebración con gente conocida en una sala, como con dos señoras en una Iglesia minúscula o con todo el pueblo caminando juntos en el Via Crucis. Sin duda, experimentamos eso de “vivir la fe con otros”.

Por fin, la síntesis de todo lo que habíamos pensado y vivido llegaría el sábado por partida doble. Durante el día tuvimos una reunión conjunta todos los participantes, en la que nos preguntamos por nuestra identidad como cristianos ( ¿en qué Dios creo?¿cómo se acercan mis comportamientos a los de Jesús?), qué es eso de tratar a otros desde la fraternidad del Reino y cuándo nos vimos “en misión”, para terminar finalmente situándonos ante la propuesta de la precomunidad. La predisposición era buena y resultó una experiencia productiva y enriquecedora para todos. Y después, por la noche, en la Vigilia Pascual en Belmonte, celebramos que Jesús una vez más, volvió a resucitar para todos nosotros. Quizá el Evangelio nos volvió a desconcertar, recordándonos que Dios siempre nos puede sorprender, y siempre donde menos lo esperamos. Ahora teníamos que volver a nuestra Galilea particular, como los discípulos, pero, igual que ellos, habiendo renovado nuestra alegría de vivir según el proyecto de Jesús.
Covadonga Alvárez - Gijón

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