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MENSAJE JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA 2014 «La alegría del Evangelio en la vida consagrada»
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo día 2 de febrero celebraremos la Jornada de la Vida Consagrada en la festividad de la Presentación del Señor, que nos trae el eco de lo contemplado recientemente a lo largo del tiempo de Navidad: la alegría de reconocer al Dios-con-nosotros, de su presencia humilde y frágil en las afueras, en medio de los que no cuentan y, al tiempo, abierta y ofrecida a todos. Una alegría que lleva en su entraña la urgencia de ser comunicada, anunciada, compartida... Algo que subrayan, de otra manera, los textos de la liturgia de este día: reconocer en Jesús al Salvador para todos los pueblos -la luz para las naciones- conduce a Simeón al canto y a la bendición.
El lema de esta ¡ornada en España, «La alegría del Evangelio en la vida consagrada», nos remite a la Exhortación Apostólica Evangelii Caudium, sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual. En el origen y en el hoy de cada uno de nuestros Institutos descubrimos la vocación recibida a anunciar el evangelio con toda la existencia y a mediar este anuncio a través de la diversidad de la acción apostólica al servicio de nuestro mundo. Una vocación que está enraizada en la experiencia de Dios, el reconocimiento de su presencia y de su llamada en medio de la historia y a través de los hermanos, en las situaciones más necesitadas de salvación.
Sólo es posible acoger y caminar en esta vocación, que totaliza la existencia, cuando experimentamos la alegría y el agradecimiento producidos por el encuentro con Jesús y su invitación a recorrer con y como Él el camino de la vida. Como dice el papa Francisco en el inicio de la Exhortación Apostólica, «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (EG1).
Es esta experiencia la que nos posibilita una mirada honda y limpia: la mirada que nos lleva a reconocer la presencia de Dios que alienta y acompaña en lo menudo de la vida cotidiana, en medio de las gentes con las que compartimos la existencia, en las realidades sufrientes de nuestro mundo, en el trabajo compartido con tantos, en la vida comunitaria, en los esfuerzos para hacer de éste un mundo más de todos...
Es la experiencia de encuentro con Jesús y su evangelio, que ha marcado nuestra vida personal, comunitaria, congregacional... la que nos capacita para cuidar cada día la relación con el Señor, alimentar la hondura de la vida, crecer en una mirada compasiva y comprometida con la realidad.
Es la alegría del evangelio, experimentada no sólo en situaciones de bonanza, sino también en la dificultad, en la pobreza, en medio de la fragilidad -la propia y la de la realidad-, la que nos convierte en hombres y mujeres agradecidos por la presencia y acción salvadora de Dios en la historia y en nosotros. La alegría del evangelio nos hace agradecer la vocación recibida y, por eso mismo, nos transforma en hombres y mujeres decididos a vivir desde la gratuidad y la donación.
La alegría del evangelio, que late en el fondo de la Vida Religiosa, nos urge a comunicar y compartir con nuestros hermanos la Buena Noticia del Reino ofrecida a cada situación, realidad, pueblo... Y nos urge con el corazón y las manos alegres, como reflejo del encuentro con el Señor y de la consiguiente «dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas». Así lo afirmaba Pablo VI en la Evangelii nuntiandi, tal y como recuerda el papa Francisco en Evangelii Caudium^. La cita continúa: «Y ojalá el mundo actual -que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
Que la celebración de esta Jornada sea para todos una invitación a reconocer, alimentar, agradecer y comunicar la fuente auténtica de nuestra alegría: Jesús y su Evangelio como Buena Noticia para todas las gentes.
Hermanos, hermanas, encontrémonos con Él cada ¡ornada y dejemos que renazca la alegría...
María Rosario Ríos, odn
Vicepresidenta
Luis Ángel delas Heras, cmf
Presidente