Celebrado el VI Encuentro Internacional de directores y encargados de Revistas de Vida Consagrada

A finales del pasado mes de enero, entre los días 27 al 29, se celebró el VI Encuentro Internacional de directores y encargados de Revistas de Vida Consagrada, donde ha participado, de parte de nuestra Provincia claretiana, el P. Luis Alberto Gonzalo Díez, al frente de la revista Vida Religiosa. De este modo, con la organización de estos recientes días de diálogo, ponencias y reflexiones se han cumplido ya seis ediciones de unos encuentros nacidos en el año 2004, alentadas por el Congreso Internacional de Vida Consagrada. Un foro en que los medios de comunicación de los religiosos asumen la invitación a poner lo mejor de cada uno al servicio de la Iglesia. En años precedentes, encuentros como este fueron organizados por las organizaciones de religiosos de diversas ciudades: Brasilia, Santiago de Chile, Madrid, Roma o Bogotá. Este año la acogida ha corrido a cargo de la Conferencia de Institutos Religiosos de Portugal, (CIRP) siendo Fátima la ciudad donde se ha desarrollado esta convocatoria.

Tal y como señala el comunicado del encuentro que han difundido los delegados de las más de 30 revistas que han participado de estos días, “reconocemos que la realidad social y eclesial, en este momento de la historia, tiene unos matices especiales que no podemos desconocer y que nos deben interpelar para llevar una palabra amiga y cercana” Y es que, para los responsables de las publicaciones de los consagrados, “el arte de comunicar nos exige saber narrar y contar las historias de vida de los religiosos y religiosas […] haciendo de nuestros medios escritos un ágora de evangelización ad intra y ad extra de la Iglesia. Nos urge conocer e involucrarnos en la realidad del mundo”.

Al mismo tiempo, los editores son bien conscientes de que “la Iglesia y la vida consagrada esperan que nuestros medios de comunicación sean portavoces de la alegría y esperanza”, y por ello se sienten, hoy más si cabe, “llamados a ahondar en temas que aporten un hálito de discernimiento y escucha, del clamor de tantos religiosos y religiosas que ya sienten que el peso de las estructuras y ritmos de vida nada tienen de novedad”. Así, asumen las búsquedas y riesgos necesarios “para llegar a los consagrados con una dosis de espiritualidad y mística que resignifique y ayude avivar el fuego del amor primero, que es el centro y principio fundante de la vida consagrada”; es decir, “poder ofrecer a los religiosos y religiosas del mundo lo que es bueno, agradable y perfecto, y lo que contribuya a la construcción de verdaderas comunidades religiosas que, con sus obras pastorales, apostólicas y misioneras, puedan ser semillas del Reino de Dios”.