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Acaba el curso en el que los educadores se desvivieron como nunca

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Al borde de finalizar el tercer trimestre más anómalo y complejo al que en estos últimos años se haya enfrentado la educación en España, la comunidad educativa podría hacer un primer balance de lo vivido. Lo primero que sobresale es constatar que la educación no ha parado, hecho debido en gran parte a la reacción extraordinaria de toda la comunidad educativa. Han sido semanas inciertas, pero el duro golpe del cierre de las aulas ha sido amortiguado con una constatación honesta que sale cada tanto en las conversaciones entre padres; un comentario que casi invita a un gran descanso: nuestros niños y adolescentes se hallan en las mejores manos.

Los profesores de los colegios claretianos, como los de tantos centros educativos de este país, vivieron este duelo en tres actos. Para empezar, despedida abrupta de su alumnado, casi de un día para otro. A renglón seguido, ya en casa, el reto de inventar recursos y poner en práctica un cambio metodológico casi radical y a contrarreloj. Y en último término, velar por todos, preocupándose de los que menos tienen, evitando que se agrave la brecha social entre los distintos estudiantes. Para Gonzalo Martínez, uno de los responsables del área pedagógica del Equipo de Titularidad de los colegios de la provincia claretiana de Santiago: “la respuesta de nuestro profesorado ha estado a la altura de lo que se necesitaba este momento tan difícil, cuidando de manera muy especial el aspecto anímico y emocional de alumnos y familias, por encima incluso de los contenidos o de las áreas”. La implicación de los profesionales docentes ha sido total, y para Martínez “su celo por acompañar a los alumnos les ha llevado a hacer de su propia casa un aula sin horario, de tal forma que muchos de ellos han tenido que intensificar su trabajo en momentos que en modo presencial estarían disfrutando de su ocio”.

En desescalada

Desde hace muy pocos días, un reducido número de alumnos está pudiendo regresar a las aulas de algunos centros, convocados por sus tutores para reforzar alguna materia o para preparar la prueba de evaluación que da acceso a la universidad. Pese a lo extraño de las mascarillas, de las indicaciones y del omnipresente dispensador de gel hidroalcóholico, el grupo se va encontrando en las palabras de sus profesores y en la predisposición de todos por seguir creando un espacio común de aprendizaje. A este respecto, Gonzalo Martínez precisa que “la mayoría de los centros han sido capaces de convencer a las familias de que la respuesta que se estaba dando online a los alumnos era la mejor manera de responder a sus necesidades en el momento actual, aunque por otro lado también se han ofrecido a que los que realmente lo precisaran se fueran incorporando presencialmente, salvando todos los estándares y protocolos de seguridad”. Si algo ha demostrado el confinamiento de estos últimos tres meses es que dar clase no se limita solo a las paredes del aula. Han sido muchas horas de videollamadas, de atención de dudas vía email para resolver preguntas en horas de repaso y, en definitiva, tiempo dedicado a hacer más protagonista a cada alumno, manteniendo el contacto y acercándose constantemente a sus necesidades. “Para nosotros, los criterios que han guiado y guiarán la progresiva incorporación a las aulas son la seguridad y la calidad de la respuesta educativa”, resume el pedagogo.

De cara al curso que viene

A falta de muy poco para finalizar el Estado de Alarma muchas familias están ya agotadas, pero el esfuerzo de tantos educadores se mantiene igual en los últimos días como en el primero. Y para afrontar un futuro próximo, la actitud seguirá intacta. Por eso, a pesar de la incertidumbre, ya se van diseñando unas líneas de trabajo de cara al curso que viene. Desde los colegios claretianos, “hemos ultimado un protocolo de actuación muy extenso y preciso que aporta seguridad tanto a los equipos directivos como al profesorado”, comienza explicando Martínez. “Y, en paralelo, también estamos diseñando este próximo curso a nivel pedagógico. Para ello, hemos evaluado lo hecho durante estos meses, tanto como red de colegios como también de manera intracolegial; y al mismo tiempo estamos trabajando en un modelo de programación que nos asegure respuesta a lo que pueda venir”.

Para este padre de familia, miembro del equipo de titularidad de los colegios de la provincia claretiana de Santiago, “esto pasa por invertir en un sistema donde lo digital pueda tener un peso mayor”. Un doble movimiento que exige un mayor esfuerzo. O sea, “diferenciar entre lo que vamos a trabajar en presencial y lo que trabajaríamos en un hipotético nuevo confinamiento”. Martínez resume: “estamos empleándonos a fondo en refinar aún más nuestra respuesta”. “Seguro que podemos mejorar todavía un poco más”, finaliza.

 

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