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Abriendo caminos: Con la gente, entre la nieve y por donde haga falta

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La borrasca Filomena ha dejado a su paso por Madrid un paisaje insólito, con imágenes que iban desde el surrealismo festivo, con intrépidos esquiadores o improvisadas guerras de bolas de nieve, hasta al drama, con un reguero de árboles caídos en calles principales, cientos de personas atrapadas en sus coches y el difícil acceso de servicios médicos y sociales para llegar a atender a quienes carecen de calefacción o directamente de techo.

La nieve y el hielo siguen acumulándose en los barrios de la capital y la oleada de frío extremo que se extenderá esta semana amenaza con crear un entorno todavía más hostil para los madrileños. Por ello, las administraciones se vieron obligadas a pedir la ayuda de los ciudadanos a colaborar en las labores de limpieza de las calles. Palas, picos, sartenes e incluso bandejas de horno han sido las herramientas con las que vecinos, comerciantes y hosteleros se han puesto manos a la obra. “Aquí la cosa fue mucho más espontánea”, comenta el claretiano Jorge Domínguez, párroco de Ntra. Sra del Espino, en Plaza de Castilla. Sucedió que entre las calles de Bravo Murillo y Avenida de Asturias, un grupo de gente -algunos asiduos parroquianos y otros, no- fueron retirando hielo, avanzando en dirección a Conde de Serrallo, que es la vía desde la que se accede al templo. “No querían que nadie se quedara sin poder llegar hasta aquí, y gracias a ello todo ha seguido igual, no hemos tenido que suspender ninguna celebración”, apostilla el párroco.

Mientras que el Ayuntamiento se focalizaba en limpiar las calles que garantizasen la movilidad fundamental, este otro operativo hacía lo propio con las vías de conexión interna, las que van de las avenidas principales hasta la parroquia. “Al principio fueron seis o siete personas los que lideraron la iniciativa, a la cual por supuesto nos unimos los claretianos que trabajamos en la parroquia. Unos limpiando el patio y otros, la calle. Cada cual según sus posibilidades”, detalla Domínguez. “Resultó entrañable el ver cómo participaba Domingo, conocido de todos porque habitualmente pide en la puerta”. Decidieron ponerse un nombre, y el elegido caía por su propio peso: ‘Abriendo caminos’. Y así siguen adelante estos últimos días, esparciendo sal por las aceras, manteniendo el trabajo comenzado y, sobre todo, invitando a hacer más barrio.

No ha sido esta la primera vez que vecinos y feligresía miran por su parroquia. Es echar la vista atrás solo unos días situándonos en torno al 25 de diciembre para recordar cómo un pequeño incendio dentro del templo llevó a que un grupo de fieles se movilizara por propia iniciativa para salir inmediatamente al paso de los desperfectos. Y seguro que también lo hubieran hecho si el pino que anteayer cayó debido al temporal hubiera golpeado el tejado de la parroquia. Afortunadamente no fue así, y el árbol acabó hundiéndose en la nieve de la calle. “No tuvimos que lamentar ningún daño”, respira tranquilo Domínguez. “Hay quien dice que fue un pequeño milagro”, sonríe. Él, de momento continúa con el día a día, preocupado por todos. También, claro, por la capellanía filipina. Este año se celebran veinticinco desde que se asentó la capellanía en la parroquia, y desde entonces no ha dejado de ofrecer servicios para la comunidad filipina: asesoría legal, clases de castellano. y, por supuesto, asistencia pastoral. “Esperamos que este domingo ya puedan venir a celebrar la Eucaristía con nosotros”, finaliza.
 

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