Se encuentra usted aquí
El claretiano Luis A. Gonzalo Díez propone pistas para rehacer la vida comunitaria en tiempo pospandemia
Del mismo modo que la pandemia ha reconfigurado las relaciones entre las personas haciéndonos caer en la cuenta de la necesidad de una mayor fraternidad, la vida religiosa precisa, a ojos del claretiano Luis Alberto Gonzalo Díez, abordar un cambio de paradigma en este tiempo. “Las congregaciones y órdenes religiosas estamos en el quicio de un cambio de época”, sostiene. “El contexto actual nos ha arrastrado con él y ha acabado por desgastar las herramientas que ayer nos definían como consagrados”. Para el misionero, al frente de la veterana publicación ‘Vida Religiosa’, “una relectura pospandemia de nuestra vida en comunidad se antoja urgente, pues debemos reconocer que para nosotros, los religiosos, la vida fraterna tiene un valor insustituible cuando se comparte con personas apasionadas por la misión”. Pero para el analista, “la interacción está muy afectada por la autoprotección y la soledad”, lamenta.
“Buena parte de los consagrados y consagradas, especialmente aquellos más envejecidos y también los de mediana edad, pueden padecer el ‘síndrome de la cabaña’, que es algo así como un tiempo de repliegue del que difícilmente se puede volver”, observa el claretiano. “Por una parte como Iglesia somos conscientes de estar llamados a la sinodalidad y a transitar por caminos compartidos, pero, al mismo tiempo puede haber personas en la vida consagrada que no saben volver a la vida compartida”. Y desde esta realidad, el religioso ha comenzado a impartir un curso respaldado por la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) que “propone pistas para rehacer la vida comunitaria”. El curso se estructura en dos días, siendo el primero el que tuvo lugar el pasado 23 de octubre, y al que se conectaron prácticamente doscientas comunidades de consagrados. El segundo tendrá lugar el próximo 27 de noviembre.
“Para la segunda parte del curso seguiré insistiendo en la idea de ‘comunidad-hogar’, pues necesitamos espacios que sean referentes de fraternidad para este mundo, con propósitos compartidos y que comuniquen esperanza y vida”, anuncia el religioso. Para explicar esta idea, el P. Gonzalo Díez se basará en cuatro puntos expresados en forma de pregunta. “La primera es un análisis de la realidad en la que nos movemos, y qué aire respiramos”. La segunda reincidirá en la idea de alejarse de comunidades fotocopiadas unas de otras, y preguntará por “la manera en que cada una personalice el carisma”. La tercera cuestión analizará la felicidad espiritual, y preguntará directamente si “sigue ella siendo la búsqueda central, el origen de la llamada a la vida consagrada”. Por último, una cuestión central, “el sentido del envío y la misión”. “Pues si hemos de ser signo, ¿qué capacidad tenemos de rehacernos para ello?”. Y a renglón seguido, sentencia que “si un ‘grupo comunitario’ no es consciente de ese sentido de misión, es mejor disolverlo”.
¡Crucemos a la otra orilla!
La necesidad de apoyar cada consagración en el Espíritu mueve la vida y el trabajo del director de ‘Vida Religiosa’. Luis Alberto Gonzalo Díez ofrece formación desde hace años como profesor en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, así como en diversas publicaciones. Además se propone para orientar cursos, encuentros y Capítulos Provinciales y Generales. Estas últimas semanas acaba de salir a librerías su última publicación, ‘¡Crucemos a la otra orilla!’, editada en Perpetuo Socorro. Unas páginas enjundiosas y cargadas de esperanza, algunas de ellas escritas por distintas colaboraciones del más alto nivel, entre las que destacan los claretianos Mathew Vattamattam y José Cristo Rey García Paredes, el hermano Emili Turú, Pascual Chávez y el marianista José María Arnáiz, además de las religiosas Dolores Aleixandre y Maricarmen Bacamontes.