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Galicia: contra soledad, solidaridad
No solo es el coronavirus, ni el quedarse en casa, ni los testimonios desgarradores de quienes no se pudieron despedir de los suyos: es todo lo que se destruye alrededor. Y a día de hoy el único antídoto que puede combatir las temidas consecuencias que se intuyen -o las que se empiezan a ver- es el que espontáneamente se activa desde una reacción social común, es decir, el mecanismo de supervivencia. O no solo ese; más concretamente el mecanismo solidario de supervivencia. Las dos comunidades de misioneros claretianos que atienden distintas poblaciones de Galicia expresan y hacen crecer las múltiples respuestas que pueden darse contra la indiferencia. El virus puede que nos mate, pero la soledad arrasará con todos, comenzando por los más vulnerables.
Cuidar de la vida se conjuga en presente continuo para los que saben del mismo valor que Dios Padre otorga a cada una, independientemente de dónde venga cada historia o en qué punto se encuentre. Estos claretianos lo han visto en Centroamérica, Asia o en otros puntos del globo en los que como misioneros fueron antaño anunciando el Reino. Hoy están aquí y no van a dejar de hacerlo. Alfredo García y los otros cinco misioneros que junto a él forman la comunidad de claretianos que viven y atienden la parroquia Corazón de María de Vigo han tejido una red con los hilos que los fieles han ido aportando: vales de alimentos para comedores sociales, reparto de comidas a través de Cáritas, puesta en contacto de los más necesitados con los servicios municipales, una mano tendida para acompañar a los que atraviesan momentos de tristeza o soledad. “La escucha es lo más importante, es la clave”, resume el párroco. Como otros de sus hermanos de comunidad, él, personalmente, siente haber sido catalogado como persona de riesgo por su edad. “No puedo seguir ayudando en el comedor social, ni en el reparto de comida. Tienen que hacerlo los más jóvenes”, lamenta. Pero ya ha organizado su horario para seguir ayudando en otros campos. Las gallinas que entran por las que salen.
A unos cuantos kilómetros de distancia, en las zonas rurales de Ferrol, seis parroquias forman una sola unidad pastoral. Tres misioneros atienden las parroquias de O Val, Meirás, Lago, Lourido, Sequeiro y Castro dando origen a Unidad Pastoral Claret, que se desvive por una población de más de 10.000 habitantes en total. El trabajo es impensable sin los laicos. “No es solo por necesidad, es por convicción. Los sacerdotes pasamos a ser servidores de una iglesia más nueva, más misionera”, explica Javier Goñi, al otro lado del teléfono. Cumplidos hace tiempo los ochenta años, el claretiano Luis Cabielles coordina este equipo que, desde que fuera decretado el confinamiento, ha seguido acompañando a unas veinte familias, que son las que más lo necesitan. “Y además de a estas, hemos podido entregar lotes con ayudas básicas de emergencia a más familias que nos van llegando, remitidas desde la red que hemos coordinado con Cáritas Diocesana y el servicio de Protección Civil del Municipio de Valdoviño”, explican desde la comunidad de religiosos. “En total, estamos atendiendo a más de 80 personas”, aseguran. En paralelo, el equipo de sacerdotes acompaña mediante conversaciones telefónicas a varias personas solas y enfermas. “Aquí la soledad es el problema gordo”, finaliza Goñi.
En el mismo Ferrol, el misionero Jesús Pérez, párroco de las Angustias, viene realizando un trabajo similar pero en la zona más urbana de la comarca. Lógicamente, la demanda es mayor, se atiende a unas setenta familias, y los esfuerzos de los claretianos se multiplican. “A lo largo de este tiempo de la alarma sanitaria no hemos dejado de prestar ayuda desde Caritas Parroquial a las familias más necesitadas con alimentos, teniendo en cuenta de un modo especial a las que tienen niños”. Y al igual que los demás, la comunidad de religiosos vive colgada del teléfono, “la ronda de llamadas habitual empieza bien temprano: conocemos a muchos que viven solos y a demasiados con problemas o que están padeciendo la enfermedad”, finaliza.
Y, entre Ferrol y Vigo, Villagarcía de Arosa, donde los claretianos han puesto a disposición del ayuntamiento y sus servicios sociales el inmueble que ocuparon hasta 2017. La presencia claretiana en Galicia, a donde los Misioneros llegaron en 1910, se completa con la de Mons. Luis Ángel de las Heras, obispo desde 2016 de Mondoñedo-Ferrol, totalmente volcado en acompañar a su pueblo durante la pandemia.