Los superiores de las comunidades recién constituidas se encuentran con el Gobierno Provincial

El pasado jueves, día 5, la asamblea anual dio comienzo en nuestra casa de Colmenar Viejo (Madrid) contando con la presencia de veintitrés de los veintiséis superiores de las comunidades provinciales. Así, tras el saludo y agradecimiento a todos los presentes del P. Provincial y después de hacer un repaso al programa del encuentro, Adolfo ofreció algunas claves de este momento: la Iglesia nos apremia a caminar juntos en sinodalidad desde las notas propias que nos acompañan en nuestro contexto actual -edad avanzada, personalidades complejas, una estructura un poco pesada por el pasado de dónde venimos-; con los destinos realizados, que pretenden ofrecer novedad replanteando la vida y misión de una comunidad, y finalmente tomando en cuenta la invitación a vivir intensamente los 175 años de gracia y vida con toda la congregación.

Proclamamos juntos la expresión del sueño provincial como marco y seguidamente el P. Gonzalo Fernández nos ofrecía para el desempeño de la tarea de superiores una reflexión sobre el liderazgo de Jesús con el grupo de sus discípulos a partir de cuatro verbos: vivir, servir, acompañar e involucrar. Como nos recordó Mons. Ángel Garachana por la tarde en una cercana homilía, en esta fiesta de las témporas de acción de gracias y petición enfocamos, por un lado, la mirada agradecida hacia el pasado a través del acta de la visita canónica generalicia, la cual nos ofrece una fotografía de las luces y las alarmas en nuestra vida provincial. Por otro lado, la provincia también está llamada a enfrentar el futuro con la vista puesta en el proyecto comunitario de vida, pidiendo sabiduría y generosidad para diseñarlo.

El mismo jueves, el gobierno provincial dedicó la tarde a compartir primeramente aquellos acentos y acciones que se desean trabajar durante el curso presente, y después instó a motivar la realización del proyecto comunitario recordando algunas actitudes fundamentales y ofreciendo materiales que ayuden a conseguir los objetivos. Se cerraba finalmente el trabajo compartiendo los retos y dificultades que plantea la tarea de superior y la realización del proyecto comunitario.

Concluye el primer día de trabajo con la eucaristía presidida por nuestro hermano obispo Ángel Garachana compartida con el grupo formativo multicultural. Tras la cena gustamos con alegría la fraternidad, poniendo en común licores y dulces traídos de los diversos rincones provinciales.

El viernes 6 se inicia con la celebración de la eucaristía presidida por Rosendo Pérez, Jesús Pastor y Jesús Mayo, que han celebrado este año sus bodas de oro sacerdotales. Sin duda un motivo para festejar con gratitud la vida y entrega de nuestros hermanos y, como nos recordaban ellos mismos, tomar conciencia y celebrar cada uno su propio compromiso sacerdotal, vivido en los más diversos trabajos y circunstancias

El resto del día se dedica a hacer un repaso por la vida de la provincia y lo más significativo en este momento: desde una reflexión sobre las recién constituidas comunidades con los cierres y reconfiguración de algunas de ellas, hasta las próximas ordenaciones sacerdotales de dos miembros de la provincia -Dayas y Denis-. Se presenta la nueva organización y configuración de los consejos y equipos de apostolado y también de los diversos canales de información y comunicación provincial. No ha faltado una reflexión sobre el informe de la visita pericial económica y la situación provincial de inmuebles vacíos con las comunidades que se han cerrado recientemente. Además, se abrió un espacio para hablar de la transmisión de bienes a nivel provincial y congregacional.

La vida de la provincia sigue adelante, y ahora, a las puertas de la celebración de la fiesta de nuestro Fundador, en nuestras comunidades y con el pueblo sentimos que estamos llamados a soñar juntos. Los participantes dejaron claro que la tarea de superior puede ser ardua, pero lleva en sí algo de bendición: elegidos para ser servidores de los hermanos desde la propia fragilidad y en la certeza y alegría de haber sido llamados todos a ser Misioneros. No por méritos propios, sino por pura gracia y generosidad de Dios.