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El XVI encuentro de Juniores en el ITVR aborda el tema de la castidad en la Vida Consagrada
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El Encuentro de Juniores, fundamentalmente de edades comprendidas entre los 20 y 30 años, celebrado durante el primer fin de semana de marzo en el Instituto Teológico de Vida Religiosa ha propiciado una interesante tormenta de ideas sobre cómo abordar el voto a la castidad para la vida consagrada, ahondando en la dimensión afectivo-sexual desde un enfoque integral.
Conducido por Guadalupe Hoyos, teresiana, y con la colaboración de los claretianos Juan Lozano y Pablo Largo, se impartieron una serie de conferencias de 45 minutos que iban siendo intercaladas con un debate por grupos de 10 ó 12 personas; porque el enriquecimiento del fin de semana no pasó solo por la teoría, sino también por la experiencia personal. Así, los 150 religiosos de distintos carismas y congregaciones asistentes pudieron poner en común y compartidas sus vivencias y conclusiones. Y no solamente a nivel personal, sino que también interactuando a través de las redes sociales con el hastag #dándolotodo.
Las conclusiones al tema del seminario, el voto a la castidad, -don para el amor-, podrían articularse en diez propuestas:
- 1. La castidad es un don sagrado dado por Dios, que debe ser cuidado y fomentado a través de una relación personal con Cristo, una vida sacramental, una rica vida comunitaria, una integración afectiva–sexual y una adecuada madurez psicológica.
- 2. Nuestras CC nos recuerdan que llevamos este tesoro en vasijas de barro y que la finalidad de nuestra castidad es capacitarnos para amar más y mejor con un corazón entregado.
- 3. La castidad más que renuncia es adquisición, más que pérdida es ganancia, más que soledad es compañía plena, más que carencia es posesión, presencia del amor.
- 4. Nuestro cuerpo es un espacio habitado, por ello vivimos nuestra espiritualidad desde nuestra corporeidad, no al margen. La imagen de mi propio cuerpo se ha ido adquiriendo a través de las experiencias de aceptación-rechazo, deseo, acogida o violencia. Dichas experiencias hacen que viva con placer o desagrado la aceptación de mi cuerpo.
- 5. Hacer un cuerpo espiritual no es hacerlo ajeno a la tierra. Dios se hizo cuerpo. Aunque somos un cuerpo necesitado y limitado, es necesario satisfacer nuestras necesidades corporales de manera sana e integradora para vivir reconciliados y unificados con nuestro cuerpo.
- 6. Nuestra sexualidad tiene una energía que debe ser canalizada, no negada, para dar una salida sana a la no vivencia de la genitalidad, a través de espacios de placer constructivos que cada uno tendrá que encontrar conociendo sus potencialidades y fragilidades.
- 7. La vivencia de la afectividad se mueve en las dimensiones de intimidad y relación con otros. Es necesario canalizar nuestra vivencia afectiva con el Señor y con los hermanos a través de diferentes medios como la oración, la comunicación verbal , los gestos físicos de cariño y otros detalles que sean sinceros y auténticos.
- 8. El amor está constituido por un triángulo de tres dimensiones: intimidad, pasión y decisión/compromiso. Dependiendo de dónde pongamos el acento generaremos distintos estilos de amor en nuestras relaciones: cariño, capricho, amor vacío, enamoramiento romántico, amor maduro y consumado, etc.
- 9. El amor célibe es humano y es posible como un modo propio de amar; no es menos comprometido que el amor de pareja ni más difícil. Este amor supone una relación exclusiva con Cristo y no nos libra de la soledad buena y necesaria para conocerme a mí mismo y conocer mejor a Dios.
- 10. La amistad en la vida religiosa es un signo de plenitud. Quien no es capaz de vivir, y en profundidad, una amistad verdadera, no ha sobrepasado la adolescencia en el amor.