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Antonio Nguyén Van Ngoc y Francis Nguyén Trong Quán, diáconos al estilo de Claret
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Llenos de gozo y esperanza, nuestra provincia claretiana tuvo en la tarde de este pasado sábado 8 de febrero un nuevo motivo para dar gracias a Dios, cuando los jóvenes misioneros Antonio Nguyén Van Ngoc y Francis Nguyén Trong Quán pidieron ser ordenados diáconos. Así, arropados por un nutrido grupo de religiosos de diversos puntos de la geografía provincial, -hasta treinta y nueve hermanos concelebraron la eucaristía-, y junto a la comunidad parroquial de Corazón de María y a una representación de la comunidad vietnamita en la capital, la parroquia San Antonio María Claret de Madrid se vistió de fiesta para acoger una celebración que viene a marcar el inicio del futuro ministerial de Francis y Antonio, en torno a la experiencia del encuentro con Dios, con la persona de Jesús, quien ha venido para anunciar la buena nueva a los pobres.
Desde este punto de partida enmarcaba la celebración el superior mayor de los claretianos de Santiago, el P. Adolfo Lamata, con unas hermosas palabras tras el canto de entrada, subrayando en su intervención de inicio la generosidad de Antonio y Francis, que habían decidido vivir la encomienda que recibirían lejos de sus raíces y cultura. Y así también lo expresaba el presidente de la celebración, Card. Aquilino Bocos, cuando al principio de su homilía formuló: “¿Cómo no alabar y bendecir al Señor por el don de estos hermanos, quienes han dejado su familia y pueblo, y comparten hoy con nosotros la vida y misión claretiana en Madrid y Gijón?”.
En la misma homilía, el prelado invitó a echar la vista atrás, recordando los primeros pasos de nuestra fundación en Vietnam el año 2002 –“Antonio y Francis son ya de la segunda generación de aquel primer grupo”, rememoró el presidente- para, seguidamente, al hilo de las lecturas que propuso la Iglesia, -“claras llamadas al servicio, que es lo propio del ministerio del diácono”-, animar a los ordenandos constatando que “siempre hay una desproporción entre la llamada, que es pura gratuidad, y la pequeñez del llamado. El equilibrio se mantiene por la generosa fidelidad de Dios quien todo lo puede, y de sus siervos que confían en su benevolencia”.
“Queridos Antonio y Francis”, continuó el P. Bocos. “A la luz de la palabra de Dios escuchada, sois los diáconos que sirven con pretensión de hacer un mundo nuevo, una nueva sociedad en la que resplandezcan las bienaventuranzas y las obras de misericordia; donde reine la verdad, la justicia y el amor a los pobres y más necesitados”. “Que a nadie le falte el pan de la palabra ni el pan en la mesa, que a nadie le falte la acogida y la expresión amable de benevolencia, que todos tengan un referente seguro en el coraje de la fe y la confianza en el caminar”. “Que todos a cuantos encontréis en vuestro camino se sientan invitados a reunirse para alabar y bendecir al Señor, Padre de todos los hombres y mujeres”, exhortó. Y a renglón seguido, sus respectivos superiores en las comunidades de Gijón y Madrid-Corazón de María les impusieron las dalmáticas antes de pasar al presbiterio para el servicio del altar.
Nos unimos a la acción de gracias de nuestros hermanos misioneros Antonio y Francis por este nuevo paso hacia el ministerio sacerdotal claretiano, y pedimos para que sean fieles servidores desde la caridad de las comunidades de destino. “Contad con nuestra ayuda”, resumió el Card. Bocos. “Seguiremos implorando ante el Señor para que se os conceda disponibilidad para la acción, humildad en el servicio y perseverancia en la oración”, concluyó el prelado claretiano.