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Bonifacio Fernández: “Los votos evangélicos son un contraste y una provocación”
El misionero Bonifacio Fernández (Remolina -León-, 1943), Doctor en Teología y especialista en cristología, vive su ministerio sacerdotal constantemente preocupado por iluminar en lo posible el misterio del Verbo encarnado desplegando una doctrina profunda y rigurosa. La seriedad y el rigor de sus estudios no le lleva a desentenderse de la vida real, y prueba de ello es su último libro en nuestra editorial Publicaciones Claretianas.
¿Por qué un libro sobre los votos evangélicos?
He creído oportuno escribir un libro en torno a este tema porque la comprensión de los votos evangélicos, que son parte de la identidad de la vida consagrada, se completa según la evolución cultural y social.
¿Este libro ha de dirigirse especialmente a los formadores y a los religiosos en tiempo de formación?
Uno de sus objetivos es presentar una síntesis de la teología de cada voto siguiendo un esquema común tomado de la Cristología. No entra directamente en la dimensión bíblica e histórica. Además de la síntesis doctrinal, ofrece una serie de instrumentos de trabajo: preguntas de personalización y asimilación, ejercicios de toma de conciencia, propuestas de dialogo comunitario.
A raíz de este repensar en los votos, ¿cómo cree que vive la vida consagrada su pertenencia a Jesucristo?
A nivel del compromiso personal dependerá de cada uno. En el plano doctrinal se expresa directamente en categorías bíblicas como discipulado, seguimiento de Cristo, vida en Cristo, por Cristo, con Cristo.
¿Podría establecer una relación entre los votos y el profetismo?
Es nuestra sociedad plural y multicultural, que entiende la libertad como independencia, habrá mucha gente para quien no signifiquen nada. Para quien tenga sensibilidad espiritual, los votos son un contraste y una provocación. Son una parábola de comunión y de esperanza. Indican que la vida humana tiene pleno sentido en la espera de la plena felicidad.
El subtítulo ‘Memoria, relato y utopía’ suscita preguntas en torno a la dimensión antropológica, al testimonio al servicio del Reino y a la dimensión de promesa y esperanza, que es el triple enfoque desde el que has escrito el libro.
El texto del libro tiene en cuenta de forma trasversal esa triple dimensión: la memoria de Jesús, el relato de cómo las actitudes de Jesús siguen vigentes en nuestra sociedad, y la utopía puesto que solo en la consumación se realizarán plenamente.
Respecto del primer punto de vista, la dimensión antropológica, ¿Qué novedades aportas al discurso que viene presentando la Iglesia a este respecto durante estos últimos años?
Se parte de que las necesidades humanas relacionas que nos constituyen son, al mismo tiempo, carencia y potencia. Son la huella de Dios en nuestra vida. Mueven toda la energía en busca de satisfacción y superación.
Hablando del segundo punto, el relato, ¿cómo ser más memoria viva de la vida de Jesús en medio del mundo que nos rodea y cómo se relaciona este ‘restituirlo todo a Él’ con los votos?
Sabemos que el término relato se usa actualmente en diferentes contextos. En el contexto de los votos significa que se trata de la narración de la vida de Jesús, expresada en palabras y sobre todo en hechos. Hay que tener en cuenta que allí donde hay relaciones de amor allí se insinúa la presencia de Cristo. De modo especial en el sacramento del matrimonio. La vida según los consejos evangélicos tiene también carácter de signo revelador en la línea de los sacramentos.
Finalmente, en lo concerniente a la promesa que llama a emprender un camino de conformación con Cristo, tercer enfoque desde el que ha escrito el libro, quisiera formularle: ¿cómo romper con la cuestión del deber de correspondencia o con la búsqueda de perfección?
El tema del mérito, del deber de correspondencia, tiene que ser propuesto partiendo de la primacía de la gracia. La cualidad más alta de nuestra vida humana es la capacidad de escuchar a Dios, la capacidad de recibir su amor y su gracia. Somos oyentes de la Palabra. Todo lo demás es respuesta por nuestra parte. Y se centra con gratitud en el “como yo os he amado”.