LAS DOS HERMANAS QUE SE HICIERON ADULTAS EN PASCUA

Con la Pascua la SOLIDARIDAD y la MISIÓN llegaron a su mayoría de edad. En el Crucificado se lleva a la adultez el compartir la suerte del otro, el amor hasta el extremo, el hacerse uno con todos La SOLIDARIDAD nació allá en el Edén, cuando el Creador nos hizo “a su imagen y semejanza” pero libres a la vez, y quiso que el que tenemos a nuestro lado fuera “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. En su niñez tuvo algún percance-quién no lo tiene?-, como cuando Caín mató a Abel y Dios tuvo que recordarle: “¿Dónde está tu hermano?”. Alguna mujer -y eso que era extranjera- nos dio una lección en responder a esa pregunta, como cuando Rut le dijo a Noemí: “Donde tú vayas, yo iré; donde tú habites, yo habitaré”. Y así, entre avances y retrocesos, fue creciendo de la mano del Dios que camina con su pueblo. La MISIÓN -que significa “envío”- también había nacido tiempo atrás, con el Dios que envió a Abraham, a Moisés, a los profetas... para guiar y liberar a su pueblo de las distintas esclavitudes de cada momento y lugar. Con la Pascua la SOLIDARIDAD y la MISIÓN llegaron a su mayoría de edad. En el Crucificado se lleva a la adultez el compartir la suerte del otro, el amor hasta el extremo, el hacerse uno con todos: “no hay, ni hubo, ni habrá persona alguna por la que no haya padecido Jesucristo” (Concilio de Quiercy, año 853). Y en el Resucitado reconocemos, ya sin oscuridades, al Hijo enviado por el Padre que a su vez envía el Espíritu que nos lanza al mundo a vivir y anunciar su persona y su mensaje. Desde entonces, ambas hermanas recorren el mundo haciendo lo que saben hacer: abrir los ojos, sentir la vida, tender la mano, dar calor y palabra, alentar caminos, estar ahí... Dicen que, en realidad, la SOLIDARIDAD y la MISIÓN son eternas, porque se encuentran grabadas a fuego en el corazón del mismo Dios. Ojala que en esta Pascua también estas dos hermanas cumplan un año más en ti. Y se acerquen, paso a paso, a la mayoría de edad en tu vida. Para salir al mundo...