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Samuel Sueiro, en las Jornadas de Teología de Comillas: “Para conocer la Iglesia es preciso habitarla”
“Como Iglesia, necesitamos tomar conciencia del misterio cristiano que nos congrega y de la misión que el Señor nos confía, para renovar hoy nuestra voluntad de vivirlos al modo como Él nos llama”. Con estas palabras, enmarcó el profesor Samuel Sueiro su reflexión en las XXI Jornadas de Teología organizadas a principios de este mes de octubre por la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, que en esta edición versaban en torno al 60º aniversario de la primera encíclica del papa Pablo VI, Ecclesiam suam. Así, ofreciendo una mirada teologal, creyente y religiosa, el misionero claretiano invitaba a “hacerse eco de la inquietud montiniana y profundizar en la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma cuando se interroga ante Dios por su identidad más auténtica”.
“Para conocer la Iglesia es preciso habitarla”, proseguía el experto dando respuesta al cómo ha de ser y desde dónde ha de partir una contemplación capaz de permitir a la Iglesia descubrirse desde su conciencia más profunda. “Nuestra mirada ha de ser necesariamente una mirada desde arriba y desde dentro, una contemplación que no renuncie a considerar la Iglesia como objeto de fe”, incidía dando un paso más allá y yendo de «una lectura situacional, política, eclesiástica, a una lectura expresamente religiosa, teologal, eclesial».
Origen, naturaleza y misión
Así, tras situar la mirada a la realidad de la Iglesia refiriéndose a su origen teologal, el profesor presentó la naturaleza y la misión de la Iglesia desde su autoconciencia actual, centrándose en tres grandes acentos: la comunión, la participación y la misión.
En este sentido, señaló que “la naturaleza propia de la Iglesia es ser misterio como ámbito de comunión que nos implica y compromete al servicio de la misión”. Así, “tanto el bautismo como la eucaristía” hacen a la Iglesia tomar conciencia de ser un misterio de comunión en el que, por la acción del Espíritu, el pueblo de Dios conforma un cuerpo que tiene a Cristo por cabeza: “Él nos co-incorpora a través de sus sacramentos”, explicaba Sueiro. Igualmente, “la participación consciente y activa de los fieles es el modus vivendi et operandi de la Iglesia, porque en su sentido más amplio, designa el estilo peculiar que califica la vida y la misión de esta”, señaló, haciéndose eco del pensamiento eclesiológico del religioso jesuita Santiago Madrigal.
Esencialmente misionera
“Otro aspecto que se desprende de la índole sacramental de la Iglesia es su naturaleza esencialmente misionera”, apuntaba el claretiano. De hecho, “esta misión al servicio de la humanidad hace que lo propio de la Iglesia, lo que la distingue de cualquier otro pueblo u organización, sea vivir ejerciendo simultáneamente la memoria y la espera de Jesucristo y, por ello, el compromiso de la misión”.
En los últimos compases de su conferencia, el teólogo, recientemente elegido vicepresidente de la Association Internationale Cardinal Henri de Lubac, concluía que “hoy como ayer, la Iglesia está llamada a entablar un diálogo con el mundo contemporáneo prosiguiendo así la historia de salvación que Dios ha querido tejer con los hombres. Y precisamente, para que la eficacia de dicho diálogo no se vea empañada o confundida por modos distintos de los que Dios mismo ha querido servirse en su venida al mundo, la Iglesia necesita tomar conciencia clara de su origen, de su propia naturaleza y de su misión”. “Sólo de este modo, la comunidad eclesial sabrá qué tipo de reforma necesita llevar a cabo para desarrollar la misión a la que Dios la llama y capacita”, finalizó.