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Fernando Prado, nuevo obispo de San Sebastián: “Pido a Dios que sea nuestra vida el mejor Evangelio predicado”
Pasadas las 12.30 de la mañana un atronador aplauso anunciaba que la diócesis de San Sebastián ya tenía nuevo obispo. El claretiano Fernando Prado se sentaba en la cátedra del Buen Pastor, lugar que le ha sido encomendado en la celebración de su consagración episcopal que ha tenido lugar la mañana de hoy, sábado 17 de diciembre. Desde ahí, el religioso claretiano instruirá al santo y fiel Pueblo de Dios que peregrina por Guipúzcoa.
Hora y media antes, el todavía obispo electo había sido recibido a la entrada de la catedral por el administrador diocesano, el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Bernardito Aúza, así como por diversas autoridades políticas que trabajan en el ayuntamiento de San Sebastián, y por decenas de laicos, presbíteros y religiosos donostiarras. Entre los sones de la banda de música, el Nuncio lo presentó a los fieles congregados en el templo a la puerta de la catedral. Ahí, el misionero Prado Ayuso se detuvo a saludar afectuosamente a todos ellos. Junto a él, le acompañaban el Card. Aquilino Bocos Merino, quien presidió la consiguiente celebración, y Mons. Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona, que ha sido administrador de la diócesis durante estos meses de sede vacante.
Al inicio de la ceremonia, el Nuncio del Papa animó al nuevo obispo a “dar a conocer a todos el amor de Dios que se nos ofrece siempre” y le exhortó a trabajar recordando la congregación en la que se ha fraguado su ser misionero: “Fernando, haz memoria de quién eres, un hombre que arde en caridad”. Tras la liturgia de la Palabra comenzaba la de la ordenación episcopal con la invocación del Espíritu Santo. Seguidamente fue presentado el obispo electo con la lectura de la Bula pontificia.
En su homilía, el Card. Bocos Merino, recordó que “hoy es un día de gozo, acción de gracias y esperanza para el pueblo de Dios de que peregrina en San Sebastián. Y lo es porque Fernando viene a hacer propias las palabras del profeta: ‘El Señor me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar un año de gracia del Señor’”. “Hoy reconocemos al obispo como servidor y maestro, expresiones que nos remiten a la persona de Jesús, Buen Pastor”.
“El nuevo obispo, ordenado sacerdote en Donostia, es misionero claretiano. Ha cultivado el servicio de la palabra en esta diócesis, en el Instituto Teológico de Vida Religiosa, en la Iglesia de San Antón, verdadera isla de misericordia, y al frente de la editorial Publicaciones Claretianas”, afirmó. Y a renglón seguido, el cardenal Bocos se dirigió expresamente a su hermano para recordarle “que asumes el ministerio episcopal como un oficio de caridad que pide presencia y cordialidad, clarividencia y rectitud”. “Fernando, -le pidió- vela con amor sobre toda la grey que se te encomienda y promueve la comunión. Reconoce la diversidad y apuesta por la complementariedad. Inicias tu ministerio para hacer más efectivo el anuncio de Jesús, en un tiempo propicio para hacer más operativa la sinodalidad”.
Y terminó exhortando al pueblo de Dios reunido en la catedral, y también al que estaba siguiendo esta celebración por televisión y radio, a “orar con él para que promueva la santidad, para que acoja al diferente y siga estando cerca de los que sufren. Para que haga de la Iglesia la casa de los pobres”. “A quienes disfrutaréis de su presencia, os digo que Fernando ya tiene conquistada la ternura: sabe que solo el amor y la belleza salvarán el mundo. Por eso, podéis robarle la paz, podéis rechazarle, pero no lograréis que no os ame”.
Tras la homilía, el Card. Bocos interrogó a su hermano y éste se postró, mientras toda la asamblea invocaba a los santos para que intercedieran por el nuevo obispo. Llegaba así el momento culminante de la ceremonia, la imposición de manos del obispo ordenante así como de los veintidós obispos y arzobispos presentes en el templo catedralicio. Ya ordenado, el Card. Bocos ungió la cabeza del nuevo obispo con el santo crisma y le entregó los Evangelios y las insignias episcopales: el anillo, la mitra y el báculo.
Mons. Prado Ayuso se dirigió a la cátedra y se sentó; de este modo tomaba posesión de la sede donostiarra entre el aplauso emocionado de los fieles que abarrotaban el templo y el claustro. Inmediatamente, abrazó a sus hermanos obispos y recibió el saludo de diversos representantes de la diócesis: religiosos y consagradas, laicos, niños, catequistas y presbíteros.
Tras la Liturgia eucarística, celebrada ya por el obispo de la diócesis, y el misterium fidei, un grupo de dantzaris subió al altar a ejecutar un baile que se hace al Santísimo Sacramento en la población de Oñati, prolongando así una tradición que tiene más de cinco siglos. Antes de terminar la celebración, el nuevo obispo recorrió la nave central de la catedral bendiciendo a los fieles, acompañado por dos de los obispos predecesores de la diócesis, Mons. Juan Ignacio Munilla, hoy pastor en Orihuela-Alicante, y Mons. Juan María Uriarte, obispo de San Sebastián durante los diez primeros años de este siglo. Los otros cuatro, ya fallecidos, Mons. Setién, Mons. Argaya, Mons. Bereciartua y Mons. Font y Andreu, se hallan enterrados en la catedral que hoy ha acogido esta ceremonia.
Después Mons. Prado pronunció sus primeras palabras como nuevo prelado de la sede donostiarra, en un profundo discurso que quiso dirigir, antes que a nadie, “a todas aquellas personas que, por lo general, no cuentan”. “A los ojos de Dios sois grandes”, concedió. “Qué bello es soñarnos todos en el corazón de Dios. Qué alegría y qué fuerza nos da saber que para Dios no hay nadie invisible, que para Él todos contamos. Esta es la buena noticia que produce la verdadera alegría que queremos anunciar”
“Quiero expresar mis saludos de forma especial a todo el pueblo que peregrina en Gipuzkoa y que está formado por religiosos, por sus sacerdotes y por el laicado que representa a esa gran mayoría del pueblo de Dios. Vosotros sois luz y sal del Evangelio en medio de la sociedad”, continuó. “Entre todos edificamos la Iglesia y juntos trazaremos sueños y encontraremos soluciones a muchas cosas. En la comunión está nuestro único futuro”.
El recién nombrado pastor, se sinceró con su grey confesando que “hace 20 años recibí la ordenación sacerdotal y hoy vuelvo a vosotros tras otras encomiendas misioneras. Vuelvo más maduro y algo más hecho, aunque con toda la fuerza e ilusión del amor primero”. “Quisiera ser, si me dejáis, vuestro pastor, hermano, padre y amigo”.
“Mi programa es el de una Iglesia al servicio del Evangelio. Vivirlo, celebrarlo, cultivarlo e intentar proclamarlo sobre todo con la vida. No se puede tener otro programa que no sea vivir el evangelio evangélicamente, intentando que los que no cuentan, cuenten. Es lo que quiero, que la Palabra sea nuestra vida”, expresó.
“Muchos nos piden a los seguidores de Jesús que puedan verlo”, prosiguió. “Y yo hoy pido que nuestra vida sea testimonio real de alegría, de compasión y de ternura para con todos”. Para el nuevo pastor, “hoy no convence a nadie los buenos argumentos, solo el testimonio de aquel amor que nos une y nos hace cercanos. Pido a Dios que sea nuestra vida el mejor Evangelio predicado”, finalizó antes de impartir la bendición final y saludar a todos los presentes.
Entre las autoridades religiosas presentes se encontraban tres cardenales, Bocos -consagrante principal- Blázquez y Osoro, el Nuncio de Su Santidad en España y diecinueve obispos más de España y América Latina. También participaron en la ordenación diversos religiosos claretianos venidos de diversos puntos de la geografía española. Entre los miembros de la provincia podemos destacar la presencia del gobierno provincial al completo, así como de distintos miembros de las comunidades de Buen Suceso, Juan Álvarez de Mendizábal y Colegios Mayores. También pudieron verse a claretianos que trabajan en misiones fuera de nuestras fronteras, como los venidos desde Zúrich, y a un grupo de misioneros del gobierno general en Roma, entre los que figuraban los PP. Carlos Sánchez y Manuel Tamargo, que se hicieron presentes representando a nuestro Padre General, cuyos compromisos en estas semanas le impidieron viajar a España. Numerosa fue la representación de los feligreses de la iglesia de San Antón, en Madrid, y de diversas autoridades civiles y servidores públicos, con quien el obispo de la diócesis, Fernando Prado, solicitó colaboración en la búsqueda del bien común.
Más de veinte personas formaron el coro y fueron las encargadas de la interpretación musical de la ceremonia, dirigidas por Alain Ayerdi Gurpegi. Gracias a ellos, la ordenación episcopal y toma de posesión de Fernando Prado como obispo de la diócesis de San Sebastián, lució como un verdadero día de fiesta, con cantos solemnemente interpretados en euskera y en latín.