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PROCLADE se moviliza para ayudar a Haití, un país arrasado por la desgracia
Fundación PROCLADE ha puesto en marcha una campaña de emergencia para recaudar fondos y hacer frente a las graves consecuencias que ha provocado el fuerte terremoto que ha sacudido Haití la mañana del pasado sábado, y que ha dejado tras su paso, según las informaciones más recientes, más de 1500 fallecidos, además de seis mil heridos y cientos de familias damnificadas. “Una campaña -interviene Miguel Tombilla, vicepresidente de la oenegé claretiana- que se vendría a añadir a los dos proyectos de ayuda humanitaria y de desarrollo que ya estamos gestionando en el país”. Y es que, lamentablemente, Haití es una compilación de las desgracias que puede sufrir un país postrado por las emergencias y a merced de unas instituciones precarias.
Maxo Deraxin, misionero que vive junto a otros tres claretianos más atendiendo las parroquias de Nazon y Cazale, cerca de Puerto Príncipe, se encuentra profundamente abatido por la situación que está viviendo el sur del país. “Nosotros de momento estamos bien, y solo nos preocupa centrar la mirada en los damnificados”, sostiene. La presencia de la Congregación claretiana en esta pequeña isla de poco más de 11 millones de habitantes hará posible que se gestionen los fondos sobre el terreno. “Nos apoyaremos en ellos, claretianos con los que trabajamos ya, para que hagan llegar la ayuda directa que de aquí salga a Jérémie y Los Cayos, dos de los territorios más afectados de la isla”, completa Tombilla.
Los haitianos de las zonas afectadas por el terremoto de magnitud 7,2 han pasado la noche a la intemperie ante el temor de que las réplicas que no han dejado de sucederse, -se han llegado a contar más de cincuenta en ocho horas-, empeoren la situación y derrumben las casas que quedaron en pie. “No ha dejado de llover en toda la noche y la gente no tiene dónde dormir. Están mojados, sin casa, sin comida, sin medicamentos”, lamenta Deraxin. Esta semana, mientras la tormenta tropical Grace avanza por el Caribe en dirección a la isla, ha aumentado el miedo y se multiplican las labores de búsqueda de supervivientes con el tiempo en contra. “El P. Pascal, claretiano que vive conmigo en Puerto Príncipe, no ha dejado de hacer viajes desde el norte al sur, buscando cómo poder ayudar en las urgencias más acuciantes”, informa Deraxin.
“Antes del terremoto ya sufríamos por la inseguridad, la gestión de la pandemia, la hambruna y solo se cuentan unas semanas desde que unos sicarios asesinaran al presidente, Jovenel Moïse”, enumera el claretiano. El magnicidio agravó el caos social y la incertidumbre ciudadana. Demasiados episodios traumáticos en tan breve lapso de tiempo. “La ayuda tiene que llegar”, implora.