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Los misioneros claretianos enfermos preparan también el Capítulo General

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La fe infunde siempre a una perenne juventud de corazón. El Resucitado invita  sin cesar a nacer de nuevo. La familia claretiana de Europa, con un buen número de cristianos y cristianas entrados en años, sabe de ello. A sus instituciones les encantaría contar con muchos más miembros jóvenes y tener que celebrar menos funerales y más primeras profesiones y nuevas incorporaciones.

Pero la numerosa presencia de hermanos y hermanas mayores es también una bendición. A los jóvenes misioneros llegados de otros rincones del mundo (Vietnam, Indonesia, India…) les impresiona escuchar a quienes tuvieron su edad hace más de setenta años que si nacieran otra vez volverían a ser misioneros. Lo dicen los que han servido a la Iglesia como presbíteros y quienes llevan décadas consagrados a Dios como misioneros hermanos. La felicidad no va asociada sólo a una forma de vida de la vocación claretiana.

Zaragoza, León y Colmenar Viejo son los lugares en los que la provincia claretiana de Santiago tiene sus tres comunidades asistenciales. En ellas viven los misioneros que requieren unos cuidados y una asistencia que es difícil recibir en una comunidad con intensa actividad apostólica. Aunque no son pocos los misioneros que cumplen noventa años en una de éstas, en este momento unos cincuenta hermanos de provincia viven en una de estas tres casas, en las que son ayudados por personal externo especializado y otros misioneros claretianos.

Hay cosas que nadie les va a exigir, pero que ellos quieren ofrecer. Como si tuvieran solo veinte años o acabaran de emitir sus primeros votos, los misioneros de León, Colmenar y Zaragoza han celebrado sus reuniones y dialogado sobre la realidad de la Congregación, los retos de la misión, su sueño de familia misionera para 2030. La inmensa mayoría lo han hecho intuyendo que por esas fechas quizá ya no andarán por aquí, pero sus aportaciones llevan la pasión de quien sigue queriendo vivir para el Evangelio y el respaldo de muchas horas de oración e intercesión por los demás.

Los mayores siguen siendo un tesoro. El gozo con que contemplan el crecer y caminar de los jóvenes, impresionante. Su disposición a que los hermanos hagan los cambios que crean convenientes, admirable. Está claro: los años vividos en la ‘escuela del Corazón de María’ dejan mucha huella en las personas y despiertan lo mejor de su corazón. La preparación del XXVI Capítulo General de los Misioneros Claretianos está en muy buenas manos.

 

 

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