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Templos abiertos al culto: “Da gusto ver cómo vamos volviendo”

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Incluso en los momentos más duros de esta crisis sanitaria, las parroquias, y la comunión de sus comunidades y proyectos de evangelización, -es decir, consagrados, laicos y sacerdotes junto a todas las piedras vivas que la forman-, no han dejado de ofrecerse y solicitar, de buscar y dejarse encontrar, a tiempo y a destiempo. Puede que a algunos les haya llamado la atención ver cómo repartían alimentos a los que esta crisis ha afectado más fuertemente a nivel económico; con otros se ha ofrecido ayuda espiritual o psicológica; iglesias y parroquias también han reaccionado elaborando materiales de pastoral que pudieran servir a personas de todas las edades. Otras muchas iniciativas de inspiración cristiana han dado voz a aquellos países arrinconados en Asia y África, donde el coronavirus ha querido dinamitar hasta el más mínimo proyecto para salir adelante. La Iglesia entera ha rezado y puesto a los pies del Crucificado el sufrimiento de tantos; ha brindado sus bienes y hasta su casa a los que no tenían sitio donde confinarse; ha seguido avivando la fe en torno al altar, buscando mecanismos online que han sido aprendidos casi al mismo tiempo que se ponían en marcha. Hoy, a punto de que nuestro país alcance la fase 1 de la desescalada hacia la normalidad, la práctica totalidad de población también podrá asistir presencialmente a la misa. Y aunque la Iglesia en este tiempo nos haya mostrado mil maneras distintas de vivir la comunión, no oculta ahora su enorme alegría, al poder reunirse de nuevo en persona y celebrar la Eucaristía, al fin ya, con las puertas de la calle abiertas. “Fue el día 11 cuando abrimos el templo al culto, aunque la realidad es que unos días antes ya teníamos voluntarios para ayudar a limpiar, desinfectar y colaborar controlando el aforo del 30%”, explica el misionero José Luis Latorre desde la parroquia Corazón de María, en Zaragoza. Desde los mismos grupos de whatsapp con los que mantenían el contacto con los feligreses durante el confinamiento, surgieron quienes se ofrecieron para encargarse de las lecturas, de la comunión, o de facilitar la entrada y salida a la parroquia. Quizá era su modo de agradecer la cercanía, especialmente con los enfermos del barrio, uno de los más envejecidos de la capital maña. “Es cierto que hemos velado porque nadie se sintiera solo, gracias también al trabajo del grupo de salud de la parroquia, que está pendiente de más de 50 enfermos. Pero no creo que sea eso. Es simplemente que tenían muchas ganas de vernos. Y nosotros a ellos, por supuesto. Da gusto ver cómo vamos volviendo”, apostilla Latorre.

Las largas semanas de no poder salir de casa provocaron un anhelo cada vez mayor en los misioneros que atienden parroquias, codo a codo con la feligresía de sus barrios. Ellos imaginaban un reencuentro diferente, donde tuvieran lugar abrazos y momentos de compartir juntos hasta un pequeño ágape que hubieran preparado con todo mimo. A medida que iba llegando el día de poder verse, fueron comprendiendo que la cosa no transcurriría como en un momento dado uno llegase a pensar. “Todos fuimos entendiendo poco a poco que para seguir cuidándonos es mejor guardar la distancia social que aconsejan los expertos”, comenta José Blanco, de la parroquia Corazón de María de Oviedo. “Puede que nos hayan metido miedo, pero sea como sea, la verdad es que nos lo estamos tomando en serio”, añade. No es que de pronto se hayan enfriado las relaciones, “es prudencia. Ellos mismos nos lo dicen. Gente muy involucrada en la parroquia y que hace más de 60 días que no ves  Pero nosotros lo comprendemos, claro. De hecho, si alguno piensa que ya se ha vencido al virus, se está equivocando”. Y como a todos se nos dice que es tiempo de seguir cuidándonos, los claretianos han visto que una medida que puede facilitar las cosas en este sentido es ampliar las misas a cuatro al día, sumando una a las tres que tenían estipuladas. También han cambiado algunos horarios, haciéndolos más accesibles a las franjas del día en que puedan salir o bien los mayores, o bien los niños, en el caso de la misa de familias. “Nos lo pidieron ellos, y claro, nos pareció de lo más razonable. Tenemos bien presente que nos debemos de amoldar a la exigencia”, finaliza el claretiano.

En Barbastro (Huesca), Carlos Latorre está al frente de la comunidad que atiende el Museo de los Mártires Claretianos, con la iglesia del Corazón de María pegada al edificio. “Se trata de una iglesia no parroquial, bastante querida en el pueblo, cuyas celebraciones dependen mucho de las visitas al Museo, que aún debe permanecer cerrado.  Los claretianos siguen trabajando dentro de las posibilidades que un Estado de Alarma les permite. “Ahora mismo estaba terminando de embolsar la publicación que solemos enviar sobre los mártires”, añade Latorre. “Pero mucho me temo que este año contrastará con el pasado, que fue espléndido en cuanto a visitas; esta vez nos tocará ayunar”, finaliza.

A bastantes kilómetros, en Gijón, la alegría del reencuentro ha coincidido con la reapertura de un templo bastante renovado. En la iglesia parroquial, que es iglesia del Colegio Corazón de María, se estaban realizando una serie de arreglos importantes cuando se declaró el estado de alarma. El templo ha ganado bastante luminosidad y se ha convertido en un espacio más cálido para el encuentro y la acogida recordando actuaciones parecidas hechas en los últimos años en Valencia Ermita y Valladolid. Buen momento para crecer en calor y acogida ahora que la vida cotidiana está siendo tan dura para muchos.






 

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