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Emotiva despedida de la comunidad claretiana en Valladolid
“Padre, llena los corazones de estos hermanos y hermanas que van a ser enviados a otras comunidades parroquiales. Cólmalos de fe y de esperanza en el anuncio de tu Palabra. Concédeles coraje para los momentos de desánimo. Infúndeles la alegría que brota de ti y ayúdales a transmitirla. Te lo pedimos por María, Corazón y Madre de esta comunidad”. Con estas palabras el cardenal Ricardo Blázquez se dirigió a la feligresía congregada este pasado sábado en nuestra parroquia vallisoletana para celebrar la eucaristía de clausura de estos más de ochenta años misionando en la diócesis castellana. Al cabo, las palabras del envío misionero pronunciadas por el pastor de la diócesis condensaban todo nuestro trabajo en esta porción del pueblo de Dios que en su día nos fuera asignada. Un envío especialmente significativo para nosotros, pues entronca directamente con nuestra consagración como Hijos del Inmaculado Corazón de María, como misioneros lanzados a tantos lugares del mundo a anunciar el Evangelio.
“La hora de decir adiós siempre es dolorosa”, transmitieron los misioneros que forman la que es la última comunidad claretiana de Valladolid. “Pero siempre daremos gracias a Dios por los momentos en que hemos compartido juntos la Palabra y el Pan de la Eucaristía”, añadieron mientras se dirigían a los asistentes a la misa. “Gracias por vuestra ayuda, por haber celebrado y compartido la fe en el Señor”. Han sido 81 años de presencia misionera, de los cuales 56 se vivieron en torno a la parroquia Corazón de María. Al término de la celebración, el P. Adolfo Lamata, superior mayor de esta provincia que concelebró el sábado, dio cuenta de los frutos que hemos visto y oído, de todo el bien y fermento que la Congregación ha dejado en este tiempo, siendo estímulo de paz, solidaridad, justicia y esperanza en la vida futura.
En todos estos años ha sido difícil no haber tenido alguna vinculación con los claretianos: un bautizo, una primera comunión, sentirse miembro de la parroquia, haber sido contagiado por la Misión. Todo ello cristalizó en la ceremonia de Acción de Gracias, día de la solemnidad del Corpus Christi, donde se compartieron infinitas muestras de cariño también por parte de los feligreses que tienen la huella de quienes ahora dejarán la comunidad, como también de todos aquellos otros misioneros que les precedieron. Un legado que sin duda les quedará y marcará de ahora en adelante. Y es que la tarea claretiana continúa su misión en cada una de las personas que siempre formarán parte de nuestra memoria. La tradición claretiana sigue dejando huella.