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Verano 2010 - PIJV

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Cuando ya se ha terminado el verano del 2010, queremos recordar las actividades más significativas vividas por el equipo de PIJV de Santiago, y dar gracias por tantas experiencias y momentos vividos, por eso podemos decir que ha sido un “verano 10”

Comenzamos en BASIDA donde puede dar la sensación que la vida es parecida y monótona. Te levantas tempranito, para que cunda el día, haces tu trabajo (cocina, lavandería, atención directa con los residentes…), a media mañana un aperitivo, continuación del trabajo hasta la 1, que es tiempo de piscina. A las 2 la comida, y libre o siesta hasta las 5, donde nosotros empezábamos el curso de voluntariado, o encuentros del grupo, hasta las 7 que es la merienda. De 8 a 9 hay un rato de oración voluntaria, o eucaristía y a las 9 la cena.
Pero te das cuenta que en este lugar uno es feliz, porque los que viven allí lo son y de ellos se aprende que merece la pena seguir caminando a pesar de las dificultades, que se puede disfrutar de cada momento, que es posible darlo todo por el hermano y que también en los momentos de debilidad y dificultad, Dios se hace presente. Te da fuerzas para seguir adelante, y ellos lo han demostrado con todos sus gestos de cariño, con sus detalles, con su disponibilidad, su acogida, su compartir en la oración, en la eucaristía, en las charlas, en las comidas, en los trabajos, en la vida…

En el CAMINO de SANTIAGO donde participamos setenta peregrinos procedentes de diversos centros pastorales Gijón, Logroño, Madrid, Segovia… y con la novedad de otros jóvenes venidos de Portugal e Italia. Una gran riqueza. Y como suele suceder, el Camino nos ha hecho tocar sin calmantes nuestras debilidades y, sobre todo, sentirnos hondamente amados por Dios en ellas y en todo lo que cada uno es. El Camino, es ante todo, un sendero de amor. Del amor de uno mismo a lo que es. Del amor de los unos a los hermanos. Del amor de Jesús –inmerecido, gratuito, personal- a cada uno. Y, por eso, lo que todo peregrino encuentra en su mochila cuando vuelve a casa es un sentimiento sincero de gratitud. El que surge de quién se encuentra con el Padre de corazón a corazón y decide vivir el sendero de la vida conforme a tanto amor, para seguir siendo “peregrinos de la vida”.

Y el ENCUENTRO DE TAIZE, en el que participamos veinte jóvenes de nuestros centros pastorales junto a otros cinco mil venidos de todo el mundo. Llegar a Taize es ser invitado a una búsqueda de comunión con Dios por medio de la oración, el canto, el silencio, la meditación personal y el compartir. Cada uno está aquí para descubrir o redescubrir un sentido a su vida y para retomar aliento. Estar en Taizé significa también prepararse para asumir responsabilidades al regresar a casa, en vistas a ser portador de paz y de confianza. Quienes vienen a Taizé son recibidos por una comunidad de hombres comprometidos para toda su vida siguiendo a Cristo, en la vida común, en el celibato, y en una gran sencillez de vida. Así es como comienza todo. Siendo acogidos y bienvenidos. Pero por supuesto esto lo encontrarás en Español, pero también en Polaco, en Alemán, en Inglés, en Francés, en Holandés…y en todas las lenguas que puedas imaginar y aquellas que ni sabías que existían. Porque en este paraíso terreno hay cabida para todos aquellos que quieran, sean de donde sean y hablen el idioma que hablen. Sin olvidar que allí compartes tu fe cristiana, con católicos, protestantes, ortodoxos…Uno de los grandes objetivos de Taizé, unir y hermanar las ramas del cristianismo, obviando divisiones y diferencias, apreciándolas como un signo de igualdad. Sabiendo que en nuestras diferencias, algo nos une y somos similares. Porque Taizé es compartir, es disfrutar, sonreír. Taizé es confiar.



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