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Experiencia misionera al norte de Honduras
ANACLARA PADILLA | ARIZONA (HONDURAS) | Hace más de tres meses que aterricé en Centroamérica. No era la primera vez que cruzaba el Atlántico para realizar una experiencia misionera, pero sí sería la más larga: siete meses. Cuando una viaja a países como Honduras es inevitable que le recuerden que es uno de los países más peligrosos para los defensores de Derechos Humanos y del Medio Ambiente. Aunque el asesinato de la líder indígena Berta Cáceres haya sido el de mayor repercusión, entre 2002 y 2014 más de 110 defensores fueron asesinados.
Sin embargo, cuando una empieza a trabajar con los Misioneros Claretianos en Honduras descubre que, sacerdotes y laicos, trabajan de manera conjunta no con miedo a esta situación sino con el convencimiento de que cuidar la casa común no es algo opcional. En Arizona, posición claretiana situada al Norte del país, trabajan acompañando varias luchas en defensa de los bienes naturales. Una de ellas es la que se vive actualmente en el sector Lean.
En medio de la cordillera Nombre de Dios, cada día crece la resistencia pacífica y organizada de una población que se opone a una represa que el empresario Emín Abufele quiere construir sobre el río Jilamito. Una construcción que ya está destruyendo la montaña y contaminando el agua. Así, desde la Parroquia no duda en movilizarse para compartir formaciones, Eucaristías, un cine fórum o simplemente conversaciones con la gente que permanece en el campamento de resistencia.
Esta defensa del territorio que realiza la Parroquia de Arizona va acompañada de esfuerzos para el surgimiento de la Pastoral del Medio Ambiente. Así, se trabaja para conseguir una mayor organización comunitaria y para el surgimiento de huertos familiares en diferentes aldeas. Todo bajo la idea de crear comunidades con soberanía económica y alimentaria. Algo especialmente importante si tenemos en cuenta que, en Honduras, la desnutrición es el doble en las áreas rurales que en el sector urbano.
En medio de estos proyectos, la vida misionera trascurre entre la cotidianeidad y alguna sorpresa: programas en la radio comunitaria, visitas a ancianos y enfermos, charlas en colegios, trabajo con niños y jóvenes… Y sobre todo, cualquier actividad que ayude a compartir la vida y a hacer realidad el Evangelio.
Anaclara Padilla es voluntaria de larga duración en Arizona (Honduras)