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La Índia en el corazón
Carolina Carín lleva medio año en la India trabajando codo con codo con los misioneros claretianos. Su aterrizaje entre el pueblo indio no es una casualidad. Tampoco una aventura, sino una experiencia meditada y madurada.
Carolina Carín lleva medio año en la India trabajando codo con codo con los misioneros claretianos. Su aterrizaje entre el pueblo indio no es una casualidad. Tampoco una aventura, sino una experiencia meditada y madurada. “Al recapacitar un poco me doy cuenta que el haber estudiado en el Claret, el haber vivido en grupos juveniles, pascuas, oraciones, campamentos...todas esas vivencias, han sido la base para optar por este camino”. Tras sus estudios de Trabajo Social en la Complutense, estuvo dos años en “Puerta Abierta”, un centro de acogida para personas sin hogar.
“Fue una de las experiencias más bonitas de mi vida, donde aprendí a querer sin importarme el aspecto de la gente, o su olor, donde aprendí a luchar por la gente que no quiere luchar, donde me enseñaron que la vida no es siempre tan bonita como nosotros creemos”, asegura Carolina.
La decisión de viajar a la India vendría más tarde. “Después de esos dos años de intensa experiencia y lucha decidí que quería una opción más radical, evangélica: “déjalo todo y ven conmigo”. Tras un largo proceso de oraciones, meditaciones y consejos de los que me quieren, decidí aceptar el reto de ir de misionera laica a la India. Muchos me han llamado “loca” por dejar mi trabajo, familia y amigos y marcharme. Pero para mí no es una locura, sino un signo de amor hacia el que nos necesita, una llamada del corazón, llamada que no puedes rechazar si quieres ser feliz”.
Así, en abril aterrizó en Chennai, donde la
estaban esperando los misioneros claretianos. Éstos están presentes en la India sobre todo en el campo educativo, en colegios y parroquias, aunque también cuentan con proyectos de reconstrucción, sobre todo en el sur, más afectado por el tsunami.
“Mi primera experiencia de misión ha sido en el norte, en Bengala Occidental, donde me he dedicado sobre todo a enseñar en los colegios y a hacer trabajo pastoral. En las aldeas de Malda y Memari los claretianos trabajan con población excluida, con los santalis, una tribu bastante discriminada en el norte de la India. Una de las cosas que más me sorprendió es que aunque la mayoría de los niños no son católicos, asisten a la Eucaristía o rezan por la paz del mundo. Aquí tanto musulmanes, como hindis, como católicos viven en paz y armonía”.
Ahora Carolina se dedica a elaborar proyectos, como representante de PROCLADE, ONG de origen claretiano.
A la pregunta de qué le está aportando la India responde sin titubear: “Aquí no hay comodidades, ni tecnología, ni bares, ni discotecas. Pero son lugares llenos de sonrisas, de amor, de ternura, de amabilidad, de humildad, de tesón, de entrega. La gente te demuestra que no importa de dónde eres o de qué color es tu piel. Cuando te miran no ven a una europea blanquita, sino que ven el corazón que hay dentro de ella. Te demuestran que lo que vale es la persona, no lo que tenga o deje de tener”.