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La economía, parte de la vida y misión de cualquier instituto religioso
Si pensáramos que la economía es la ciencia que se encarga de estudiar la humanidad en sus ocupaciones ordinarias de la vida, se nos haría mucho más evidente la urgencia de un cambio en la visión con la que la vida religiosa se enfrenta a las competencias financieras. O dicho de otra manera, si no se toma conciencia de que la economía es uno de los puntos fundamentales para el desarrollo de la misión de cada orden y congregación religiosa, ésta podría finalmente verse comprometida. “Y por misión hemos de entender todo, desde el cuidado de nuestros ancianos a la formación de nuestros postulantes, o la cualificación de nuestros empleados”, matiza Fernando Torres, religioso claretiano que acaba de publicar un monográfico de 112 páginas para la revista Vida Religiosa. Su aportación, que lleva por título ‘Otra visión y organización de la economía’, busca ahondar en la responsabilidad que entraña este tema planteando nuevas posibilidades y cuestiones.
El misionero, que desde hace varios años compagina labores de administración en la provincia claretiana de Santiago con diversas charlas y seminarios a otros institutos en torno a esta materia, afirma con rotundidad que “la vida consagrada, en este sentido, es muy conservadora. El poder de las sinergias es brutal”. Y contando con argumentos tan poco sólidos como el de ‘es que siempre se ha hecho así’, no se caerá fácilmente en la cuenta de que la economía también es misión, si es que pudiéramos entenderla como la relación comprendida entre los fines necesarios para el correcto desarrollo de ésta, “que son casi infinitos”, y los medios escasos con los que cuenta cada instituto, “y por tanto, los usos y los frutos que a nuestro trabajo se le pueda llegar a dar”. Aún más, Torres advierte que “demasiadas curias y templos se han levantado para mayor gloria de la congregación y de sus patronos, y no exactamente para servir a la misión. Lo importante es la misión y por ello la administración debe estar al servicio de ésta. Todo ministerio en la Iglesia es un servicio, y la administración es un auténtico ministerio”. En este punto, a Torres le resulta evidente que “nos urge la profesionalización”. Y continúa explicando que “profesionalizarse no es darle la responsabilidad a otro. Tenemos que aprender porque estamos hablando de nuestro futuro”.
Con todo, el claretiano comprende que “no podemos pedir compromiso a las comunidades si desde el gobierno de cada instituto no se ofrece transparencia”. Un tema en el que se han empezado a dar pasos estos últimos años, “pero que esto es de ahora. Antes la transparencia era cero; y de aquellos polvos, estos lodos”. Así, el experto en economía se refiere a un problema cuya consecuencia principal ha sido infantilizar a muchísimos consagrados en lo que a la esfera económica se refiere, “no dejando que siquiera se preocupasen por estos asuntos”. En este sentido, el blog que Torres lleva años manteniendo, y en el cual ofrece ideas y nuevas perspectivas -“aunque sobre todo, un poco de sentido común”-, es su pequeño aporte al conjunto de pasos que los consagrados aún han de seguir dando.