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Vida Nueva entrevista al P. Luis Angel de las Heras,

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Luis Ángel de las Heras, superior de la provincia de Santiago de los Mi­sioneros Claretianos, y elegido pre­sidente de CONFER desde hace poco más dos meses, ve el futuro de la Vida Religiosa (VR) en positivo, sobre todo, después del "balón de oxígeno" que ha supuesto para ella Francisco. Y lo ve en positivo porque cree que los grandes desafíos de la VR no son sino ocasión para encontrar nuevas fortalezas. Cree en la misión y el liderazgo compartidos, en la comunión y, sobre todo, en "estar con la gente".

¿Cómo han sido estos primeros meses al frente de CONFER?

Me han servido para saber qué significa en la práctica ser presidente de CONFER y para conocer la institución desde dentro. En este sentido, he tenido la suerte de que Julia García Monge, como secretaria, ha sido la mejor introductora en las tareas que ahora me competen. También me ha ayudado mucho Elias Royón, que siem­pre ha estado ahí, muy discreto y muy disponible. Ya he podido visitar algunas CONFER regionales y tengo que decir que veo mucha ilusión y esperanza.

¿Cómo compagina su tarea en CONFER con la responsabilidad que tiene en su congregación?

Como provincial, mi trabajo tiene más que ver con la visita a los hermanos y con los encuentros de tú a tú. En CONFER hay que pensar en un cuerpo religioso, en otra dimensión. Lo importante es planificar y programar bien todas las tareas para ofrecer un buen servicio. Conciliar todo requiere una reflexión y un mayor trabajo en equipo. Estamos en un tiempo en que los liderazgos son compartidos, las misiones son compartidas.

¿Cómo ve a la VR en España hoy? ¿Cuáles son sus fortalezas y debilidades?

Las debilidades pasan por la avanzada edad media de los religiosos y por la es­casez de vocaciones. Es una realidad que se ha vivido con sufrimiento, pero que encierra muchas fortalezas. Se pueden sacar cosas muy positivas. Las personas mayores tienen una identidad religiosa muy fuerte, pues han superado muchas crisis, y una sabiduría de VR importante; pueden aportar mucho a su congregación, a la Iglesia y a la sociedad. Por otra parte, la escasez de vocaciones se percibe como una debilidad y, sin embargo, debemos encon­trar sus fortalezas, pues puede propiciar una revisión de vida, una reflexión sobre los carismas o sobre la propia coherencia. En cualquier caso, la VR tiene hoy una presencia importante en nuestro país, una presencia amable, positiva y evangélica.

¿Cómo fomentarán las vocaciones?

Nunca se ha trabajado tanto en pastoral vocacional y no ha habido proyectos tan buenos como ahora. Hay que reconocerlo y agradecerlo. La tarea está ahí, pero, además de planes, tenemos que tomar conciencia de lo que significa estar con la gente. A veces, ocupados en muchas cosas, no nos dedicamos a estar con la gente. Esto no es un plan, sino un modo de ser y estar. Hay que gastar tiempo con la gente. Por otra parte, algunos dicen que no tenemos vocaciones porque no somos coherentes, y es cierto que en algo afecta, pero también lo es que hay religiosas admirables y tie­nen la misma situación. La coherencia de vida no puede ser simplemente una razón para las vocaciones, sino una exigencia del seguimiento de Jesús.

En este modo de estar, las congregacio­nes están en procesos de reorganización...

La reorganización de la VR no es algo nuevo, siempre ha estado ahí, incluso en tiempos en los que había muchas voca­ciones. Las circuntancias nos obligan a ver cómo podemos realizar mejor nues­tra labor. No se trata de retirarse, sino de pensar cómo se puede servir mejor a la misión de cada uno. Eso hace que hayan disminuido presencias en algunos luga­res, pero también hayan aumentado en otros. En este sentido, es muy importante la intercongregacionalidad, de modo que la VR esté presente en todos los lugares.

¿Cómo es la relación con la jerarquía?

Hay que pensarla con cada obispo y en cada diócesis, pues hay experiencias muy distintas. Es cierto que siempre ha habido diferencias entre la VR y la jerarquía. Los últimos tiempos se han caracterizado por la serenidad, el acercamiento y la cordia­lidad. Va a seguir habiendo diferencias porque hay distintas ópticas, pero debemos avanzar en los diálogos particulares. Los religiosos tenemos que hacer un esfuerzo para encontrarnos más con los pastores y dialogar con ellos sobre lo que nos preocu­pa e inquieta y sobre nuestros planes. En muchas ocasiones, se han sobredimensionado las tensiones. Por eso, lo que hay que hacer es buscar una normalidad en las relaciones y no tenernos miedo.

¿Qué ha supuesto para la VR la elección de Francisco?

Un balón de oxígeno, una alegría grande, un sentirse respaldado por alguien que es un padre y un maestro para la VR. Nos sentimos muy apoyados, y un ejemplo de ello es la convocatoria para 2015 de un año dedicado a la Vida Consagrada. Toda la Iglesia está viviendo con él un momento de esperanza, y los religiosos y religiosas también. Me gustaría destacar también que el Papa alienta a todos, habla a todos y no excluye a nadie. Es cierto que nos está exigiendo mucho, pero creo que desde esa exigencia podemos enriquecernos.

Los más pobres

El Papa tien predilección por los pobres. En España, a raíz de la crisis, ha aumen­tado el número de personas que viven en dificultad. ¿Cómo afrontan esta realidad?

La VR ha sido y es experta en periferias, siempre ha estado allí. Además, casi todos los fundadores han tenido una especial sensibilidad por los más pobres. Ahora se pone de manifiesto porque hay más difi­cultades, pero los religiosos siempre han estado ahí para ayudar a la Iglesia y a la sociedad. La VR siempre es la primera en movilizarse, no como algo extraordinario, sino ordinario. La Vida Religiosa, como lo ha hecho Caritas, se ha volcado con los que sufren la crisis económica. Si no lo hiciera, perdería un poco de su esencia.

También en la educación, no sin difi­cultades, está presente la VR.

Es una colaboración que prestamos a la sociedad. Con los centros educativos no ga­namos dinero, invertimos en mantenerlos y mejorarlos. Los conciertos llegan hasta donde llegan, pero no cubren todo. Ser transparentes nos puede ayudar a dar a conocer la situación.

¿Se plantean dejar los colegios por estos problemas?

La decisión de seguir con los colegios está ahí, todas las congregaciones lo tienen claro. Son plataformas evangelizadoras valiosísimas y la Iglesia en general insiste en que nuestra presencia es importante. Pero, además, hay mucha demanda. En este sentido, hay un compromiso fuerte en mantener la titularidad de los centros y, por tanto, su identidad católica. Para ello, estamos invirtiendo mucho en la formación de laicos para que ellos sean transmisores de la fe y del carisma de la congregación. La falta de vocaciones nos obliga a plantearnos la misión compartida, que debiera ser, más que una necesidad, una opción.

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