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Cuando perdemos a un ser querido, un libro que nos invita a resistir
El día internacional del libro se ha celebrado el día 23 de abril pese al confinamiento. Si aceptáramos la invitación de Borges podríamos imaginar este mundo como una gran biblioteca, donde la literatura y el ensayo, tantas veces ligados a momentos de dolor, puedan ayudarnos a encontrar alivio y a forjar nuestra resiliencia. La historia nos dice que hasta El Quijote fue escrito en la Prisión Real de Sevilla. Escribir para resistir. Ofrecer lecturas para brindar fortaleza en momentos duros. Libros para encontrar respuestas a muchas preguntas que nos hacemos en estos días de crisis. Y libros que nos llevan a hacer muchas otras preguntas más. A veces, tan necesarias; y hoy posiblemente, fundamentales. El misionero Fernando Prado Ayuso, desde la editorial Publicaciones Claretianas, ha puesto en circulación Cuando perdemos a un ser querido. Vivir y acompañar el duelo en tiempos de pandemia. Un texto de cuarenta páginas que podrá ser descargado gratuitamente desde la web de la editorial por todo aquel que busque claves desde la fe y la esperanza cristiana para vivir este momento de duelo por la pérdida de un ser querido.
Esta pandemia está fomentando un estado de vida gaseoso en el confinamiento, cuando abusamos de la distracción de juegos virtuales y extravagantes aficiones. Resulta también líquido cuando se acerca a la muerte, con sus cifras de vértigo; pero es sólido para quien se atreve a asomarse a la conexión espiritual, no solo virtual. Son días para apreciar más los recursos de la lectura. Y son varias ya las propuestas que la editorial claretiana nos ofrece en estos días. Tejer historias. Comunicar esperanza en tiempos de pandemia, título anterior a éste, y también en descarga gratuita, ya ha alcanzado más de 50.000 lectores. La novedad que sale ahora al gran público quiere correr la misma suerte.
Lee y podrás conducir, pues quien no lee siempre será conducido, decía Teresa de Jesús. La lectura forma parte importante en la toma de consciencia que requiere saber cuán hondos son nuestros propios abismos. Aunque, como Borges también decía, “los verbos amar, soñar y leer no soportan el modo imperativo”.