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Óscar Romano, capellán en la cárcel: “La Iglesia ha venido para acompañar a los presos en esta situación que viven”

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El 24 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Merced, patrona de Instituciones Penitenciarias. Son muchos los años (siglos) en que puntualmente se rinde en esta fecha un recuerdo especial por los que sufren cautiverio. Este año la jornada viene marcada por la inevitable crisis del coronavirus, que puede que la modifique en su forma, pero no alcanzará el fondo ni la raíz. La Iglesia no dejará de celebrar gozosamente la presencia maternal y misericordiosa de María a favor de los fieles cristianos “que se hallan en peligro y ansiedad, para que rotas las cadenas de la opresión, alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu”. Por eso, en la celebración de la Virgen de la Merced, la Pastoral Penitenciaria aspira a que los presos tengan palabra, rostro y opinión. Así lo corrobora el misionero Óscar Romano, capellán del Centro Penitenciario Alicante II (Villena).

“Este año sale sola la oportunidad de sensibilizar a la sociedad, y toda la comunidad cristiana en particular, sobre la situación que día a día viven los presos”, comienza diciendo el P. Romano, uno de los 162 capellanes que forma parte del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española. “Así como todos hemos podido experimentar durante unas semanas lo que significa estar encerrado en cuatro paredes, junto a aquella otra triste vivencia, casi una losa, de no poder acercarnos ni tocar a los nuestros... En fin, puede que así nos resulte más fácil imaginar lo que se respira ahora, y durante un día tras otro, en los centros penitenciarios, pero allí no hay comunicaciones, ni tampoco visitas”. Así, el misionero hace referencia a cómo en las cárceles también se ha sufrido, “y mucho”, la crisis del coronavirus, que ha supuesto, por así decirlo, un ‘doble aislamiento’. Durante estos largos meses de la pandemia los presos y presas se han encontrado totalmente solos y desasistidos del calor y el cariño de la familia, pero también han sufrido y siguen sufriendo la ausencia de muchas otras personas, especialmente de la Pastoral Penitenciaria; capellanes y voluntarios que como el P. Romano acompañaban a todos ellos en el duro caminar de la vida en prisión, y que a partir del Estado de Alarma, debieron dejar de hacerlo. Ellos, los presos, son mucho más sensibles a cualquier ausencia en esta situación de desamparo y desvalimiento a causa del Covid-19. “Y es que, encima, muchos centros se hallan muy alejados de la ciudad, en mitad de la nada”, lamenta el claretiano.

La Pastoral Penitenciaria es oscura y desconocida, pero real como la vida misma. “¡Si los muros, rejas y alambradas de la cárcel hablasen!” apostilla el P. Florencio Roselló, religioso mercedario y director de este departamento de Pastoral. “Todo se queda dentro, en la celda, en los módulos, en los pasillos de la cárcel….” Por eso esta jornada es una forma de visibilizar, compartir, liberar esta pastoral para que todo el mundo la conozca. “Es poner corazón en los fríos muros de las prisiones”, recuerda el religioso en el texto de presentación de la Memoria 2019. De igual modo, el obispo auxiliar de Madrid José Cobo, que acaba de asumir el cargo de responsable de la Pastoral Penitenciaria de España, en una reciente entrevista ha hecho presente el compromiso que tiene la Iglesia con todas las prisiones de España, “el cual lleva a atender a la persona en su globalidad a través de tres áreas: religiosa, social y jurídica”.

Efectivamente, los claretianos de Santiago saben de las necesidades sociales que a este respecto surgen en cada una de sus diversas posiciones, por ejemplo, en la de Puertollano, en Ciudad Real. Los misioneros que llevan años trabajando allí han prestado el servicio de acompañar y recoger a familiares de presos a las cárceles más cercanas en los días que tuvieran permiso de visitas. “Sucedía que ellos mismos, muchas veces, no tenían coche ni modo en el que ir, y nosotros se lo procuramos poner más fácil”, comenta Juanjo Palacios. “Ahora, con las normas de seguridad para frenar la transmisión del virus no nos dejan continuar con esta iniciativa, pero hubo un tiempo que quisimos ir un paso más allá, creando un grupo de voluntarios que querían colaborar con nosotros de este modo”.

“Pero nuestra tarea como Iglesia, aquella que nos es más propia, es la de acompañar en el área religiosa a los privados de libertad y a sus familias”, comenta Óscar Romano. “Es decirles que no importa qué es lo que hayan hecho ni por qué están aquí. La Iglesia ha venido para acompañar esta situación que viven”. Hay personas a las que la vida un día las colocó en el lado equivocado y acabaron en prisión, pero como proyecto de Dios, la Pastoral Penitenciaria cree que tienen futuro y merecen otra oportunidad. Como recuerda el P. Roselló, “la Pastoral Penitenciaria quiere ser la mesa de las ‘segundas o terceras oportunidades’, sin preguntar por su pasado, antes bien, presentándoles futuro”. El papa Francisco lo definió muy bien en su visita a la cárcel de mujeres de Chile en enero de 2018, donde dijo que “una condena sin futuro no es humana, es una tortura”.

 

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