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Mons. Luis Ángel de las Heras: “Renovemos nuestra fe en el Espíritu para edificar la Iglesia de comunión”
“Somos buscadores de luz que la entregan en cuanto la han encontrado”. Con estas palabras iniciaba su homilía el obispo de León, Mons. Luis Ángel de las Heras, en de la eucaristía de clausura de esta XXIX Asamblea General de la CONFER. Así, el prelado continuaba desmenuzando la lógica del amor de Dios ante los más de doscientos superiores mayores que trabajan al servicio de cientos de comunidades de consagrados con presencia en nuestro país. “Al tiempo que la recibimos [la luz] sabemos que es para darla generosa y desprendidamente y cuanto más espléndidos somos con los demás, más luz hallamos nosotros en el Señor”, aseguraba.
“Si estamos dispuestos a ser testigos de la luz, rostros de la Luz, debemos estar dispuestos a que el Señor Jesús nos envíe donde no se conoce su nombre -advertía el presidente de la comisión para la vida consagrada de la conferencia episcopal española-, donde se vive sin esperanza, donde no hay vida y donde, por tanto, los rostros de la Luz corren el riesgo de ser desfigurados”.
Pero además, para De las Heras, que anteriormente ocupó el cargo de presidente de la CONFER, “el testimonio de la luz y de la esperanza es testimonio de unidad”. “Dice san Gregorio de Nisa que el vínculo de esta unidad es la gloria que nos da Dios al enviarnos el Espíritu Santo”, proseguía el religioso. “Renovemos nuestra fe en el Espíritu para que nos conceda la unidad y edifiquemos la Iglesia de comunión, en la sinodalidad que estamos recuperando”, exhortaba.
Cerca del Espíritu
“Quedémonos cerca del Espíritu, de la luz de su gloria, para mantener encendida la luz de los rostros llamados a ser testigos lejos de las tinieblas de la desesperanza”, pedía. “Una luz que debe tener siempre el brillo de la sonrisa de Dios para que otros le descubran como hemos tenido el don de descubrirlo nosotros”, concluyó.
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La XXIX Asamblea General de la CONFER se clausura constatando que la vida consagrada española “no se contenta con asegurar una mera permanencia”
Por su parte, el presidente de la conferencia española de religiosos españoles, el provincial dominico Jesús Díaz Sariego, pronunció al término de esta XXIX Asamblea General un valiente discurso donde animaba a “explorar nuevos caminos, no sólo a reciclarnos para sobrevivir”. Para el religioso, la vida consagrada española “no se contenta con asegurar una mera permanencia, y en estas jornadas lo hemos expresado con claridad”. “Somos más ambiciosos en nuestra búsqueda”.
“Quien no anticipa el futuro no encontrará lugar en él”, expresaba a renglón seguido, constatando que el trabajo marcado estos días ha permitido discernir en comunión algunas claves de la vida consagrada para nuestro tiempo. “No hemos escondido nuestros desafíos y dificultades; antes bien, hemos perdido el pudor de nombrarlos en los diálogos habidos”, recalcó el dominico, en la mañana de hoy, cuando la institución que preside ha hecho público que los superiores mayores miembros de la CONFER han elegido a Rosa Espinosa Calvo, FI y a Amador Fernández Fernández, OH como nuevos vocales para el Consejo General de la CONFER.
Ante todo, confianza
En la línea de los argumentado por Mons. de las Heras en la homilía de la eucaristía de clausura, Díez Sariego exhortó a ser cada día más “hombres y mujeres de esperanza, más testigos del Evangelio”. “La esperanza ante todo es confianza; no se improvisa, se madura en las tensiones de la vida”.
¿Estamos dispuestos a llegar a los límites de nuestros carismas?, se preguntaba el presidente de CONFER. “No somos sólo lo que hacemos. Hemos de cuidar aún más a las personas viviéndonos acogidos”. “Él nos acoge, por eso es libre y desde su libertad nos hace a nosotros también libres”. Una libertad que, siguiendo con el discurso de Díez Sariego, es “la que nos permite ir a cualquier rincón del mundo”.
Donde hay sinodalidad, hay esperanza
Por su parte, Mons. José Rodríguez Carballo pidió en la mañana de hoy por medio de un mensaje enviado telemáticamente a los consagrados de España que “imploremos juntos con fuerza la vida nueva el Espíritu Santo que Dios quiere derramar”. “Solo así -continuaba el religioso franciscano- seremos capaces de soñar juntos e iniciar procesos en comunión, que es el camino de la Iglesia”. “Nuestro nombre es sinodalidad”, finalizó.