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Y tras el Camino, ¡llegamos a la Meta!
Un año más, un grupo de 61 peregrinos de España y Portugal caminamos desde Lanheses (al norte del país vecino) a Santiago de Compostela. Un camino físico que proponemos para avanzar en el camino interior de encuentro con el Señor, que nos llama a su seguimiento; y que a su vez es una metáfora del camino de la vida: sabernos con un origen –somos hijos de Dios-; capaces de ponernos en pie y caminar, sin ser esclavos de fuerzas anónimas; con una meta –regresar a la casa del Padre, que nos espera con los brazos abiertos; y conscientes de tener un Camino para ello: la vida y la Pascua de Jesucristo, que nos convoca a hacer esa marcha en grupo, en comunidad, en Iglesia.
Valga como testimonio de lo vivido lo que el grupo de San Juan escribió en la “crónica de los peregrinos” el día 27 de junio, cuyo recorrido fue de Padrón a Santiago y cuyo lema era ‘Seguir a Jesús hasta el final: camino de fidelidad’.
“Nos levantamos otra vez en silencio para no despertar a los peregrinos de otros grupos, pero esta vez con mucha más ilusión de lo normal, pues es el día en que llegamos a Santiago. Tras un desayuno rápido en un aparcamiento, nos pusimos en marcha en nuestra última, pero no por ello menos dura etapa. Tras un tiempo de silencio -más largo de lo habitual- y una caminata bajo el sol, sin parada para cacahuetes ni bocadillo, los bollos traídos por intendencia nos dieron fuerzas para llegar a Santiago con las pilas cargadas y poder cantar hasta ‘desgarrarnos’ la voz. Toda la ciudad se enteró (…) de que esta gran familia, la de los claretianos, había llegado a Santiago: Iubilate Deo omnis terra, servite Domino in laetitia. Aleluia, aleluia, in laetitia. Aleluia, aleluia, in laetitia. Alegría, besos, abrazos, cánticos y fotos, fueron el centro de atención de todos en la plaza del Obradoiro cuando por fin terminamos nuestro camino físico. El colegio de La Salle nos acogió con los brazos abiertos y, a pesar de que ‘Lorenzo’ pegaba con fuerza, pudimos disfrutar de una buena pizza (nada comparable con la comida de intendencia en los días anteriores). Tras dejar las credenciales en la oficina del peregrino entramos en la catedral para ver el pórtico de la gloria, dar el abrazo al Apóstol y orar delante de sus restos; luego fuimos a disfrutar de lo que algunos llamarían ‘la mejor cena de su vida’. Finalizados algunos cánticos más en la plaza del Obradoiro tuvimos la oportunidad de tomarnos ‘una y sólo una bebida fermentada’, junto a CMFs, intendentes y APJs. Después del largo día nos íbamos a la cama con una única cosa en nuestras mentes: ‘Ahora toca trabajar el Camino de la Vida’. ¡Muchas gracias a todos!”