Claret y Cuba, vistos más de cerca desde los ojos de un misionero

El pasado año fue clausurado el ‘Año Claret’ en la archidiócesis de Santiago de Cuba. Un acontecimiento que hacía memoria de los 170 años transcurridos desde la llegada de nuestro fundador a la isla. Así, Cuba fue la puerta de entrada de Claret a ‘la viña joven’ que es América Latina, y desde allí, su labor espiritual y pastoral a un lado y a otro del Atlántico quedó sobradamente acreditada. La memoria y el legado del santo de Sallent llegan a nuestros días, hecho manifiesto en el trabajo de tantos misioneros suyos que siguen sus huellas, y se desgastan día a día a favor de las necesidades del Pueblo de Dios.

Con esta misma premisa el claretiano Carlos Martínez Oliveras se embarcó hace pocos días en un breve viaje a Cuba, del que regresará este próximo fin de semana. Diversas apariciones en prensa y otras tantas fotografías que nos están llegando desde La Habana, Camagüey o el Santuario del Cobre dan cuenta del vínculo indeleble que existe entre el ministerio personal del sacerdote y el carácter claretiano y congregacional propio de su ser misionero. Martínez Oliveras ha presidido eucaristías y ha dirigido ejercicios espirituales a obispos y presbíteros diocesanos en una tierra y unas fechas de fuerte carácter claretiano. Ha visitado Holguín y predicado en el mismo templo y desde el púlpito que a la Congregación le recuerda aquel 1 de febrero de 1856, cuando Claret sufrió el ataque de un sicario que, propinándole sendos navajazos en el rostro y en un hombro, le dejó marcado para siempre. “Aquí derramó su sangre”, expresó Martínez Oliveras al tiempo que recalcaba el honor que para él significaba visitar aquel lugar y poder celebrar la Eucaristía.

El día anterior, el misionero visitó la catedral de San Isidoro para contemplar los dos cuadros que conmemoran el atentado a Claret. Pudo también hacer un breve recorrido por la Ciudad de los Parques, contemplar el Mural Orígenes y acercarse a la Loma de la Cruz. Durante el recorrido por tierras cubanas, el religioso tuvo la oportunidad de conocer más de cerca el Centro Cultural y de Animación Misionera ‘San Antonio María Claret’, vinculado a la parroquia Santísima Trinidad de Santiago de Cuba. Dicho espacio, a cuyo frente se encuentra el P. Juventino Rodríguez, cmf, lleva veintidós años ayudando en la formación de los fieles e impulsando la vocación misionera del pueblo. “Buscamos ser espacio de diálogo capaz de cooperar en el desarrollo de la cultura cubana, rica en raíces cristianas”, escribe Rodríguez presentando este proyecto en su página web. 

Otro de los regalos con el que se topó Martínez Oliveras en este viaje fue la coincidencia en fechas con el 25º aniversario de la visita del san Juan Pablo II a la isla. La efeméride trajo a la memoria del misionero aquellas palabras pronunciadas por el Papa polaco en la homilía del año 1998, cuando destacó la importancia de la fe cristiana en la formación de la nación cubana, resaltando a algunos de sus líderes religiosos e históricos entre los que se encontraba el Padre Claret. Hace pocos días, el papa Francisco también quiso conmemorar el viaje apostólico de su predecesor enviando un mensaje, animándolos a volver a sus raíces cristianas y cubanas. Por nuestra parte, la presencia de los Misioneros Claretianos en Cuba quiso aportar también su granito de arena encargando unos cuadros, copia de aquel que le fuera entregado a Karol Wojtyla hace un cuarto de siglo, y que fueron regalando a curias provinciales, obispados y diversos centros de espiritualidad. “Pude estar presente en el momento en el que uno de esos lienzos quedó instalado en la Casa de Espiritualidad del Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre al finalizar la última tanda de ejercicios espirituales”, concluye el religioso emocionado.