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Parroquia de Ntra. Sra. Del Espino: hilvanando historias para la esperanza
Al mismo tiempo que anuncia el Gobierno un plan de desescalada, aparece entre las más familias más vulnerables otra nueva normalidad, la que no avanza en el relato de las semanas. El Ejecutivo da luz verde a un plan para que dentro de dos meses reabran comercios, museos y restaurantes, pero hay otros proyectos en nuestros barrios donde la realidad se revuelve exhausta. “Esto ya nos lo veíamos venir, y va a ser duro. Aquí sabemos que estamos empezando”, explica Jorge Domínguez, misionero claretiano al frente de la parroquia Ntra. Sra. del Espino, en la zona madrileña de Plaza Castilla. Un barrio acostumbrado a las largas filas de espera, las que hace unas semanas conformaban cientos de coches que entraban al centro de la ciudad, pero que hoy cogen forma en los que guardan turno para recibir alimentos que reparten las parroquias. “La prensa dice que esto ha surgido de repente, pero no es así”, interviene Domínguez.
El claretiano ha querido responder desde el minuto cero de la pandemia, “estando donde tiene que estar, donde más lo necesitan los que más sufren”. “El templo está cerrado; pero la parroquia, no”. ‘El Espino’, como se conoce entre los parroquianos, tiene todo el año un cuidado equipo de Cáritas, pero la expansión del coronavirus contagió a gran parte de los voluntarios que habitualmente se hacen cargo del despacho, “algunos incluso llegando a ingresar en el Ramón y Cajal”; por lo que, ante la urgencia de tantas familias, la salida más inmediata para seguir ofreciendo ayuda pasaba únicamente por implicar a todos, ”centralizando todo el trabajo en Cáritas a nivel de Vicaría”. Aún faltaban diez días para finalizar marzo cuando todas las parroquias del arciprestazgo, el Banco de Alimentos, la junta y la concejala del Ayuntamiento acordaron aunar fuerzas para aliviar las necesidades de las familias en precariedad. También llegó el momento de ofrecer las ayudas en un único lugar, la parroquia de San Ignacio, regentada por la Compañía de Jesús. “Era increíble: cada vez venía más gente y aún sigue aumentando el número”, lamenta Domínguez.
De parte de la parroquia claretiana, bastó un día para completar dos folios llenos de nombres de nuevos voluntarios. Laura Martín fue una de las primeras en levantar la mano para ofrecer ayuda, y lleva colaborando poco más de una semana: “Cuando llegué a la parroquia desde la que se centraliza toda la actividad del arciprestazgo, no hicieron hecho falta muchas palabras para que los voluntarios nos pusiéramos en marcha y empezáramos a llenar cajas con alimentos para familias. En esas dos horas, he sido consciente del nuevo significado que cobra la mirada. Unos ojos por encima de las mascarillas, que no dejan mostrar la sonrisa. Mascarillas que no dejan lucir tu mejor versión, no solo por las protecciones del nuevo look corona, sino por no poder enseñar y hacer lo mejor de uno mismo, como puede ser una sonrisa”.
“Esto es una red”, confirma Domínguez. “Aunque no podamos salir, podemos acompañar. Hoy la Iglesia ‘en salida’ es Iglesia ‘de acompañamiento’”. Entre las acciones de la parroquia no solo están las conjuntas con Cáritas. También las llamadas a los más mayores del barrio, “para que por lo menos corten con eso de estar tan pendientes de las cifras y la expansión del virus, que tanta sobreinformación no puede hacer bien a nadie”, comenta el misionero entre risas. “Y menos a ellos, que a veces están tan solos”, afirma después, ya más seriamente.
Como en la crisis del 2008, y en otras tantas anteriores, la Iglesia seguirá estando detrás de muchos de los hilos que nos mueven a la realidad del prójimo. Para Laura Martín, “cuando llega el final del día creo que he podido abrir más los ojos, he podido ver que claramente esta situación va a ser un cambio de mirada. Todavía queda camino para desmantelar el hospital de campaña y ahora, me pregunto ¿cómo volver a poner los pies en el suelo? Tenemos que hacerlo con y para todos, y de esto no tengo ninguna duda”. “Si oigo a alguien decir que las parroquias no sirven para nada, salto y me lo como con patatas”, sentencia Domínguez.