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ÉRASE UNA VEZ… celebrando XXV años de #claretiano

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Recientemente hemos celebrado los 25 años de Profesión Religiosa de Luis Manuel Suárez Díaz CMF, miembro del Equipo provincial de Animación Pastoral. La Profesión Religiosa es la promesa de vivir el estilo de vida de Jesús -mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia-, según el carisma de la propia congregación, en nuestro caso, como Misioneros Claretianos.

Con motivo de este aniversario, tuvo lugar una eucaristía sencilla en la que dar gracias por la fidelidad de Dios y el don de la vocación. Y, en ese marco, renovar esa promesa de seguir respondiendo. He aquí el texto final de acción de gracias que se pudo escuchar en esa celebración, junto con algunas fotos del evento que reunió a un grupo de miembros de la familia claretiana y algunos jóvenes y agentes de pastoral.

 

ÉRASE UNA VEZ… #25CMF

acción de gracias a los XXV años de profesión religiosa

Érase una vez… un niño que, como tantos, creció en una familia que le quiso mucho, aportándole buenos valores, y con unos amigos con los que compartió las primeras aventuras de la vida. Sus padres le llevaron al “Corazón de María”, el colegio de los claretianos de su ciudad, Gijón, que estaba más lejos de casa que el de los jesuitas, pero que, por lo que fuera, les sonaba más cercano. Y desde pequeño participó en la catequesis y el coro de la parroquia de San José que, junto al colegio y la familia, le abrió las puertas de Jesús como amigo y de la Iglesia como gran familia de los hijos de Dios. Sus padres, hermanas, abuelos, tíos… fueron su primera “comunidad”; y empezar a responder a los retos de la infancia, su primera “misión”. Sus primeros sueños: ser astronauta, como los “clics” de Playmobil con los que jugaba, o dedicarse a la música… ¿por qué no?

Érase una vez… un adolescente que, como tantos, fue dando pasos en la vida, en esa edad en que uno busca abrirse camino, por ensayo y error. Su grupo de amigos de esos años se formó en el ámbito de la “Vanguardia Social Astur” -“el Club Vanguardia”-, una comunidad cristiana laical con un consiliario jesuita, donde participó en uno de los grupos de confirmación y, con el tiempo, también como monitor de los más pequeños y en los campamentos. En ese ámbito fue voluntario del Albergue Covadonga para transeúntes, que le abrió al mundo de los más necesitados, preferidos de Jesús. A la vez, en el ámbito del colegio “Corazón de María”, en el que seguía, vivió experiencias fuertes en las convivencias, en el campamento de Baltar al que fue un año y como monitor de más campamentos, recibiendo el testimonio de varios claretianos presentes en el día a día o en esas acciones puntuales. Posibles proyectos de vida que imaginaba en ese tiempo: dedicarse a la historia, al periodismo, a la psicología, a la economía… Según se acercaba la edad de decidir, pensaba que lo mejor era algo que le asegurase el futuro. Y como las matemáticas se le atragantaron en el último curso de enseñanzas medias y le gustaba el inglés y la educación, en vez de Económicas pensó comenzar Filología Inglesa en la Universidad. Y así lo hizo.

Érase una vez… un joven que, como tantos, tuvo una corazonada. Hacía poco que se había confirmado. Seguía en el albergue, seguía de monitor, había comenzado en la Universidad… Y en aquella convivencia donde se invitaba a preguntarse, ante Dios, “¿dónde podré servir mejor?”, saltó la chispa. La base estaba en todo lo recibido desde pequeño, en los referentes claretianos, en su vida en búsqueda… Y sobre esa base sonó el “sígueme” de Jesús, llamándole a un camino alternativo como el que Él vivió. Una corazonada de esas que uno no programa, y que ponen en jaque la vida. Su primera reacción: “¿por qué yo?”. Con el tiempo: “¿por qué no?”. Y tras un tiempo para aclararse, comenzó el camino de la vida misionera claretiana, con unas primeras etapas de formación inicial en Salamanca y Loja. Buenos recuerdos de tantos compañeros, formadores, acompañantes… con tiempos para el estudio, la oración, el apostolado, las experiencias de marginación… avanzando en el autoconocimiento, dando pasos, asumiendo límites, con días de sol y de nube… discerniendo con todo ello el querer de Dios para su vida. Y así, fueron llegando los compromisos: la primera profesión en León – de la que este año cumple los 25 años-, la profesión perpetua en Salamanca, la ordenación de diácono y después la de presbítero en Gijón… Caminando.

Érase una vez… un joven adulto que, como tantos, se vio en medio de la aventura de la vida ya sin caminos marcados, pero sí con mucho recibido en su mochila, con un mapa de coordenadas sobre las cosas que de verdad importan y con muchas ganas de aportar lo mejor de sí mismo. Y así, en relación con sus hermanos y las personas a las que fue encontrando en su camino, fue dando nuevos pasos en el colegio Corazón de María de Zamora, en la misión claretiana de Juanjuí (Perú), en el Colegio Mayor Alcalá de Madrid, en la parroquia del Corazón de María en Oviedo… En esos años fueron naciendo sus cuatro sobrinos, que ampliaron y alegraron su familia de origen. Desde hace unos años, sus pasos vuelven de nuevo a Madrid, a la comunidad de los equipos de pastoral. Y hoy, mirando atrás, descubre en cada una de esas etapas muchas gracias recibidas, muchos regalos que le ayudaron a crecer, así como múltiples retos y preguntas, a los que fue y sigue intentando responder entre aciertos, tropiezos y tanteos. Porque cuando parece que todo está aprendido, la vida y Dios en ella le recuerdan que aún queda mucho por descubrir. Y cuando parece que todo está bajo control, puede ser que se le esté olvidando alguna de las cosas más importantes. De todo este tiempo, agradece especialmente que nunca le hayan faltado personas cercanas con las que caminar, por las que ser escuchado y de las que recibir una palabra para avanzar. Signos del Dios que acompaña cada paso de nuestra vida y que “no permitirá que resbale nuestro pie”, como dice el Salmo.

Y hoy, mirando a los 25 años recorridos, por un lado le han pasado rápido, aunque por otra parte han sido tan intensos, que han cundido casi como 50… Y recuerda algunas frases que se le han ido regalando en este camino, que iluminan el presente y el futuro de esta aventura del vivir:

  1. Una palabra del Evangelio que, como aquellos primeros discípulos misioneros, también la ha sentido dicha para él en el comienzo de su camino y ahora que han pasado los años: “Sígueme” (Mt 9,9 / Jn 21,22).
  2. Una frase de uno de sus buenos profesores de Salamanca, que tiene escrita en un papel guardado en uno de sus libros de oración: “Dios piensa a cada uno de nosotros con un nombre peculiar, a la luz de la peculiar misión a la que estamos destinados. Si no realizamos nuestra misión, se queda sin hacer. Nuestras peculiaridades personales no son motivo de privilegio ni de humillación, sí de gozo y de servicio. Y manos a la obra”.
  3. La oración del Padre Claret que resume la vocación a la que se ha sentido llamado, como Hijo del Corazón de María (CMF): “Dios mío y Padre mío, que te conozca y te haga conocer; que te ame y te haga amar; que te sirva y te haga servir; que te alabe y te haga alabar por todas las criaturas”.
  4. Otra frase que escuchó un día a uno de sus hermanos: “A veces he sentido que mi vida no era digna para esta vocación; otras veces he sentido que esta vocación no era digna para mí. Y entre unos momentos y otros, vamos caminando”.
  5. Un par de frases, de Francisco y de otro hermano, que reflejan la tensión entre realidad e ideales, presentes en toda vida que busca autenticidad: “La realidad es más importante que la idea” / “Quien se pierde por su pasión, pierde menos que quien pierde su pasión”.
  6. Dos frases más, de otros dos hermanos, entre los mensajes recibidos en estos días, que miran a lo vivido y a lo que está por venir: “25 años llevando el ‘tesoro’ en tu vasija de barro, amada y embellecida por el Dios de la Vida y de la Historia que ha traspasado la tuya llenándola de luz y dicha interminable”; “estos primeros 25 de profesión están pidiendo prolongarse con gozo, con pasión misionera, con confianza".
  7. Unas palabras que recogen lo que siente el día que renueva su promesa: “Por lo pasado, gracias. Para el presente, luz. Por lo que venga, confío”.
  8. Otra frase de la Palabra de Dios, que hace suya en la renovación de sus votos y que resume su respuesta a todo lo recibido: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
  9. Y la última, de uno de sus profesores de Comillas, que un día dijo algo así: “A los 10 años se vive de sueños; a los 20, de proyectos; a los 30, de trabajo; a los 40, de milagro; a los 50, de fe; a los 60, de esperanza; y a partir de los 70, de caridad”.

Y ese niño, hoy adulto, se vive en esa “edad del milagro”, sin dejar el trabajo, los proyectos, y ni siquiera los sueños -¿por qué no?- abierto en fe, esperanza y caridad a las nuevas temporadas de la serie de la vida que Dios le quiera abrir…

Por tanto y por tantos, ¡muchas gracias!

Luis Manuel Suárez Díaz CMF

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