Con un proyecto que busca restaurar parte de los bosques autóctonos de la zona de Cazale, en Haití
Se encuentra usted aquí
La historia de una cruz de madera
Érase una vez una cruz de madera.
Había sido elaborada cuidadosamente por un hombre llamado José Campos.
José era hijo de un ebanista. Había nacido en Madrid en 1923. Y a sus 19 años fue llamado a entrar en la Congregación de los Hijos del Corazón de María. José Campos era un CMF, un misionero claretiano.
La ruta de su vida como hermano claretiano discurrió por varios lugares: Salvatierra (Álava), Beire (Navarra), Salamanca, Zamora… aunque el lugar en el que pasó más tiempo –más de 50 años- fue Segovia.
Ya desde joven -sería por haberlo visto en su casa desde pequeño- destacó por su capacidad para los trabajos manuales. Por ello dedicó la mayor parte de su tiempo a trabajar con sus manos la madera, haciendo algunos pinitos como tallista. Su huella ha quedado en la carpintería de las iglesias de Segovia, Aranda de Duero, Valladolid, Palencia… y en las mesas, sillas y armarios de casas claretianas, parroquias, colegios, en aquellos tiempos en que aún no había Ikea. Huellas vivas de su laboriosidad, entrega y servicio. Cuando, por razones de edad y de salud, ya no pudo dedicarse a los trabajos duros de la carpintería, siguió haciendo pequeñas manualidades: dedales, rosarios, cruces… hasta prácticamente sus últimos días.
En 2013, por motivos de salud, hizo el penúltimo gran viaje de su vida: de Segovia a Colmenar. Allí viviría algunos meses, atendido en sus necesidades igual que antes él atendió las de otros.
Era el primer trimestre del curso 2014-2015. En un día de paso por Colmenar, encontré a José Campos en su habitación. Charlamos un rato. Comentó sobre sus achaques de salud. Y se me ocurrió preguntarle si le quedaban cruces de las que nos había dado en otras ocasiones. Me dio una llave y me dijo: “Busca en este cuarto del piso de arriba y coge todas las que quieras. Ya no voy a poder hacer más”.
Después de pasar un tiempo en el hospital por una dolencia cardiaca, no pudiendo los médicos hacer mucho más por él, fue enviado de nuevo a casa para pasar rodeado de sus hermanos de comunidad los últimos días en Colmenar. Y el 14 de enero de 2015, hacia las 12:30 de la madrugada, emprendía el viaje definitivo de su vida: el del retorno al Padre.
Érase una vez una cruz de madera. Había sido elaborada cuidadosamente por un hombre llamado José Campos… Y esa cruz ha pasado de estar en una bolsa, junto con otras 200 y pico, a ser entregada a alguno de los jóvenes que participan en los encuentros Betania –“encuentros de jóvenes buscadores”- que se ofrecen en las semanas vocacionales en los colegios y parroquias de los Claretianos de Santiago. Más de 55 cruces se han repartido este año por Aranda, Gijón, Segovia, Valencia, Zamora... Los que las han recibido han escuchado algo de su historia. Con la palabra “VEN” escrita sobre la madera. El mismo “VEN” que dijo Jesús a sus discípulos, el mismo que escuchó el hermano Campos, el mismo que siguen escuchando tantas personas para orientar su vida y dar lo mejor de sí.
Una cruz con tanta historia… y con tanto futuro. Gracias, José.
Luis Manuel Suárez CMF