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La persona es lo primero. Siempre con otros

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Hay un precioso mar frente a su casa, o quizás una montaña, da igual ser de dentro o de fuera, del interior o de la costa. Son las siete de la mañana y no tiene que hacer nada. Se levanta a esa hora, porque el despertador humano se lo pide dos años después de no tener que madrugar para ir a trabajar, y porque tampoco aguanta el dar vueltas a las cosas, en la cama.

Todo el día para mirar las olas o pasear entre los pinos y seguir pensando los mismos problemas. Ayer le llegó la carta que le anunciaba el desahucio, no ha dicho nada a su mujer ni a sus hijos. Sin trabajo, sin la casa en la que invirtió todo, se le ocurren cosas muy extrañas. Siente vergüenza ante su propia familia…, nada que decir a sus padres y hermanos, ¡ya tienen bastante con algún que otro familiar en paro! No hay asideros, la dignidad se resquebraja, tendrá que seguir acudiendo a Cáritas, al menos asegurar la comida y la ropa, ¿pero ahora sin casa?...

Sale a la calle, recorre su barrio donde vive desde hace diez años, los mismos que lleva de matrimonio, se ha hecho a sus gentes. Saluda, en los últimos años sin trabajo, ha conocido a bastantes, antes vivía más anónimamente. Camina pensando que aún le quedaban otros diez años de hipoteca. Ha buscado tanto… con 39 años y dos manos, ¿cómo no ha sido capaz de encontrar algo? Se culpabiliza, no debí comprar ese piso a veinte años, ni aceptar un crédito tan alto, pero entonces tenía un buen trabajo. El Banco no puso problemas, era aceptable mi nómina.

Como otras veces, tiende a pensar lo mal que funciona el sistema y como nos engañan. Qué a los ricos y los políticos no les afecta este fraude, (no es una crisis, es una estafa) y se prefiere ayudar a los Bancos antes que a las personas. Pero hoy no está para grandes reflexiones teóricas. Sabe que es un poco borrego y que uno sólo no puede salvarse. Pero aparte de alguna manifestación, no ha tenido el coraje de juntarse con nadie. Indignado, cabreado, mucho hablar y criticar, pero poco organizarse para reivindicar algo para él y los demás. Se siente como muchos españoles, el capitalismo consiguió su objetivo final, que cada uno “vaya a su bola”, el individualismo feroz, el sálvese quien pueda.

Prosigue en sus cavilaciones. Justo cuando piensa que lo mejor sería quitarse de en medio y recuerda que su padre tiene una escopeta de caza en el campo, le viene a la mente la imagen de su mujer y de sus hijos. Llora, ¿cómo ha podido llegar a esta situación? Está desolado, camina ya hacía ninguna parte.

Se llama Juan, Pedro, Manuel, Pablo… no sabe por dónde tirar, con quién hablar, la cabeza va a explotarle. Pasa frente a los Juzgados de su ciudad, ve a los de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (los Stop Desahucios) y se queda parado. Le dan un papel, como a un viandante más, lo guarda en el bolsillo, se detiene unos minutos más escuchando: “Si se puede, pero no quieren”. Piensa, da media vuelta y se encamina hacia su casa.

Ha caminado mucho, al llegar sin decir nada abraza a su mujer, después le cuenta lo que pasa. ¡Lo ha decidido: va a luchar! Se unirá a otros para que su vida y la de su familia no queden también hipotecadas. Seguirán buscando trabajo los dos, aunque apenas le salgan pequeños apaños. Besa a su mujer, no le dice las cosas negras que ha estado pensando, lo dos lloran y tiemblan. El futuro no está claro.

Es la tragedia cotidiana de tantos, difícil ponerse en su pellejo. Son vecinos, compañeros, familiares, son personas y “la persona es lo primero”.

Julio César Rioja

Consiliario de Cáritas Interparroquial de Elda

Párroco de San Francisco de Sales

 

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